Las formas prácticas de la piedad
mariana de san Francisco se inspiran en lo que de concreto conocemos de la vida
histórica de María. También en esto deja de lado todo lo
abstracto y genérico. Su piedad se inflama y aviva en la
contemplación de los hechos históricos de la vida de María
unida a la de Cristo y del puesto concreto que ella ocupa en los planes
salvíficos de Dios.
1.-- María, la «Señora
pobre»
Francisco no se limita a contemplar las
relaciones íntimas de la vida cristiana con la vida de María;
quiere asemejársele también en la vida externa. Por eso destaca
en primer lugar su maternidad divina, y, como consecuencia de ella, subraya
fuertemente otro título de gloria de María: es para él
«la Señora pobre» (23).
Tampoco este título tiene para
él un valor independiente; la pobreza de María es una
concretización de la pobreza de Cristo. Y señal de que ella, como
madre, ha compartido el destino de su Hijo y ha participado plenamente en
él (24).
En la Carta a los fieles, después de
describir el misterio de la encarnación (cf. 2CtaF 4), inmediatamente
prosigue el Santo: «Y, siendo Él sobremanera rico, quiso, junto con
la bienaventurada Virgen, su Madre, escoger en el mundo la pobreza» (25).
Este texto revela en Francisco una plena conciencia de la función
redentora de la pobreza, como aparece en este versículo de san Pablo que
cita tan a menudo: «Conocéis la obra de gracia de nuestro
Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para
enriqueceros con su pobreza» (26).
María y los discípulos
participan de esta pobreza redentora de Cristo; también Francisco quiere
compartirla, como la deberán compartir todos los que quieran seguirle.
Cuando, en consecuencia, exige de sus hermanos una vida en pobreza mendicante,
les pone delante el ejemplo de Cristo, que «vivió de limosna tanto
Él como la Virgen bienaventurada y sus discípulos» (1 R
9,5). Y en la Última voluntad a santa Clara y sus hermanas reafirma
expresamente: «Yo el hermano Francisco, pequeñuelo, quiero seguir
la vida y la pobreza de nuestro altísimo Señor Jesucristo y de su
santísima Madre y perseverar en ella hasta el fin»; y las hermanas
deben atenerse a ella a pesar de todas las dificultades (UltVol). Por eso,
llamaba a la pobreza reina de las virtudes, «pues con tal prestancia
había resplandecido en el Rey de los reyes y en la Reina, su madre»
(27).
Siempre le impresionaba profundamente la
pobreza compartida por María con Cristo en su vida terrena, y lo
estimulaba a una participación total en la misma: «Frecuentemente
evocaba -no sin lágrimas- la pobreza de Cristo Jesús y de su
madre» (LM 7,1). En navidad no podía menos de llorar recordando a
la Virgen pobre, que en aquel día sufrió las más amargas
privaciones: «Sucedió una vez que, al sentarse a la mesa para
comer, un hermano recuerda la pobreza de la bienaventurada Virgen y hace
consideraciones sobre la falta de todo lo necesario en Cristo, su Hijo. Se
levanta al momento de la mesa, no cesan los sollozos doloridos, y,
bañado en lágrimas, termina de comer sentado sobre la desnuda
tierra» (2 Cel 200).
Tampoco aquí se trataba simplemente
de sentimientos de compasión, sino de crudeza y de realismo en una
responsabilidad cristiana que afloraba en él cuando consideraba tales
sufrimientos. La pobreza de Cristo y de su madre no eran para él
sólo hechos históricos dignos de compasión; eran realidad
presente en la Iglesia. En una interacción mutua, la realidad presente
sirve para evocar la pobreza de Cristo y de su madre, y ésta a su vez
evoca al pobre de nuestros días. «El alma de Francisco
desfallecía a la vista de los pobres; y a los que no podía echar
una mano, les mostraba el afecto. Toda indigencia, toda penuria que
veía, lo arrebataba hacia Cristo, centrándolo plenamente en
Él. En todos los pobres veía al Hijo de la Señora pobre
llevando desnudo en el corazón a quien ella llevaba desnudo en los
brazos» (28). A los ojos de Francisco, el pobre tiene la misión de
reflejar la pobreza de Cristo y de su madre. Cuando alguno de sus hermanos era
descortés con algún pobre, le castigaba severamente y
después le amonestaba: «Hermano, cuando ves a un pobre, ves un
espejo del Señor y de su madre pobre» (29). Así, pues,
cuando la contemplación de la vida pobre de Cristo y de su madre nos
estimula al amor, ese amor debe volcarse en los pobres que son «los hijos
de la Señora pobre».
Francisco ve en María a la enamorada
de la vida evangélica de pobreza. Según él la Virgen
estima más una vida en pobreza que cualquier otro culto exterior que se
le rinda: «El hermano Pedro Cattani, vicario del santo, venía
observando que eran muchísimos los hermanos que llegaban a Santa
María de la Porciúncula y que no bastaban las limosnas para
atenderlos en lo indispensable. Un día le dijo a san Francisco:
"Hermano, no sé qué hacer cuando no alcanzo a atender como
conviene a los muchos hermanos que se concentran aquí de todas partes en
tanto número. Te pido que tengas a bien que se reserven algunas cosas de
los novicios que entran como recurso para poder distribuirlas en ocasiones
semejantes". "Lejos de nosotros esa piedad, carísimo hermano
-respondió el santo-, que, por favorecer a los hombres, actuemos
impíamente contra la regla". "Y ¿qué hacer?",
replicó el vicario. "Si no puedes atender de otro modo a los que
vienen -le respondió-, quita los atavíos y las variadas galas a
la Virgen. Créeme: la Virgen verá más a gusto observado el
evangelio de su Hijo y despojado su altar, que adornado su altar y despreciado
su Hijo. El Señor enviará quien restituya a la Madre lo que ella
nos ha prestado"» (30).
Estas palabras, que revelan una profunda
confianza, muestran también con claridad meridiana la seriedad con que
Francisco tomaba la imitación de la pobreza de María y la
importancia que la pobreza tenía para él en el conjunto de la
vida según el evangelio.
Se ha de reconocer también que la
piedad mariana de san Francisco no era un elemento extraño y aislado en
su vida. Ella estaba fundida en una sólida unidad con el ideal de
imitación exterior e interior de la vida de Cristo, a través
sobre todo de su amor a la altísima pobreza.
http://www.franciscanos.org/virgen/kesser.html
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