jueves, 10 de mayo de 2018

4.- Expresiones concretas de la piedad mariana de San Francisco


Las formas prácticas de la piedad mariana de san Francisco se inspiran en lo que de concreto conocemos de la vida histórica de María. También en esto deja de lado todo lo abstracto y genérico. Su piedad se inflama y aviva en la contemplación de los hechos históricos de la vida de María unida a la de Cristo y del puesto concreto que ella ocupa en los planes salvíficos de Dios.
1.-- María, la «Señora pobre»

Francisco no se limita a contemplar las relaciones íntimas de la vida cristiana con la vida de María; quiere asemejársele también en la vida externa. Por eso destaca en primer lugar su maternidad divina, y, como consecuencia de ella, subraya fuertemente otro título de gloria de María: es para él «la Señora pobre» (23).

Tampoco este título tiene para él un valor independiente; la pobreza de María es una concretización de la pobreza de Cristo. Y señal de que ella, como madre, ha compartido el destino de su Hijo y ha participado plenamente en él (24).

En la Carta a los fieles, después de describir el misterio de la encarnación (cf. 2CtaF 4), inmediatamente prosigue el Santo: «Y, siendo Él sobremanera rico, quiso, junto con la bienaventurada Virgen, su Madre, escoger en el mundo la pobreza» (25). Este texto revela en Francisco una plena conciencia de la función redentora de la pobreza, como aparece en este versículo de san Pablo que cita tan a menudo: «Conocéis la obra de gracia de nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza» (26).

María y los discípulos participan de esta pobreza redentora de Cristo; también Francisco quiere compartirla, como la deberán compartir todos los que quieran seguirle. Cuando, en consecuencia, exige de sus hermanos una vida en pobreza mendicante, les pone delante el ejemplo de Cristo, que «vivió de limosna tanto Él como la Virgen bienaventurada y sus discípulos» (1 R 9,5). Y en la Última voluntad a santa Clara y sus hermanas reafirma expresamente: «Yo el hermano Francisco, pequeñuelo, quiero seguir la vida y la pobreza de nuestro altísimo Señor Jesucristo y de su santísima Madre y perseverar en ella hasta el fin»; y las hermanas deben atenerse a ella a pesar de todas las dificultades (UltVol). Por eso, llamaba a la pobreza reina de las virtudes, «pues con tal prestancia había resplandecido en el Rey de los reyes y en la Reina, su madre» (27).

Siempre le impresionaba profundamente la pobreza compartida por María con Cristo en su vida terrena, y lo estimulaba a una participación total en la misma: «Frecuentemente evocaba -no sin lágrimas- la pobreza de Cristo Jesús y de su madre» (LM 7,1). En navidad no podía menos de llorar recordando a la Virgen pobre, que en aquel día sufrió las más amargas privaciones: «Sucedió una vez que, al sentarse a la mesa para comer, un hermano recuerda la pobreza de la bienaventurada Virgen y hace consideraciones sobre la falta de todo lo necesario en Cristo, su Hijo. Se levanta al momento de la mesa, no cesan los sollozos doloridos, y, bañado en lágrimas, termina de comer sentado sobre la desnuda tierra» (2 Cel 200).

Tampoco aquí se trataba simplemente de sentimientos de compasión, sino de crudeza y de realismo en una responsabilidad cristiana que afloraba en él cuando consideraba tales sufrimientos. La pobreza de Cristo y de su madre no eran para él sólo hechos históricos dignos de compasión; eran realidad presente en la Iglesia. En una interacción mutua, la realidad presente sirve para evocar la pobreza de Cristo y de su madre, y ésta a su vez evoca al pobre de nuestros días. «El alma de Francisco desfallecía a la vista de los pobres; y a los que no podía echar una mano, les mostraba el afecto. Toda indigencia, toda penuria que veía, lo arrebataba hacia Cristo, centrándolo plenamente en Él. En todos los pobres veía al Hijo de la Señora pobre llevando desnudo en el corazón a quien ella llevaba desnudo en los brazos» (28). A los ojos de Francisco, el pobre tiene la misión de reflejar la pobreza de Cristo y de su madre. Cuando alguno de sus hermanos era descortés con algún pobre, le castigaba severamente y después le amonestaba: «Hermano, cuando ves a un pobre, ves un espejo del Señor y de su madre pobre» (29). Así, pues, cuando la contemplación de la vida pobre de Cristo y de su madre nos estimula al amor, ese amor debe volcarse en los pobres que son «los hijos de la Señora pobre».


Francisco ve en María a la enamorada de la vida evangélica de pobreza. Según él la Virgen estima más una vida en pobreza que cualquier otro culto exterior que se le rinda: «El hermano Pedro Cattani, vicario del santo, venía observando que eran muchísimos los hermanos que llegaban a Santa María de la Porciúncula y que no bastaban las limosnas para atenderlos en lo indispensable. Un día le dijo a san Francisco: "Hermano, no sé qué hacer cuando no alcanzo a atender como conviene a los muchos hermanos que se concentran aquí de todas partes en tanto número. Te pido que tengas a bien que se reserven algunas cosas de los novicios que entran como recurso para poder distribuirlas en ocasiones semejantes". "Lejos de nosotros esa piedad, carísimo hermano -respondió el santo-, que, por favorecer a los hombres, actuemos impíamente contra la regla". "Y ¿qué hacer?", replicó el vicario. "Si no puedes atender de otro modo a los que vienen -le respondió-, quita los atavíos y las variadas galas a la Virgen. Créeme: la Virgen verá más a gusto observado el evangelio de su Hijo y despojado su altar, que adornado su altar y despreciado su Hijo. El Señor enviará quien restituya a la Madre lo que ella nos ha prestado"» (30).

Estas palabras, que revelan una profunda confianza, muestran también con claridad meridiana la seriedad con que Francisco tomaba la imitación de la pobreza de María y la importancia que la pobreza tenía para él en el conjunto de la vida según el evangelio.

Se ha de reconocer también que la piedad mariana de san Francisco no era un elemento extraño y aislado en su vida. Ella estaba fundida en una sólida unidad con el ideal de imitación exterior e interior de la vida de Cristo, a través sobre todo de su amor a la altísima pobreza.

http://www.franciscanos.org/virgen/kesser.html

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