El
deber de los padres.
Si bien
hay un mandamiento de Dios que manda a los hijos honrar a sus padres, también es
necesario que los padres se preocupen por sus hijos, especialmente en lo que
toca a sus almas, a la salvación eterna de ellos.
Porque los hijos no son
exclusivamente de los padres, sino que ante todo los hijos son de Dios, y Dios
quiere tenerlos consigo en el Cielo, por eso los padres deben poner todo su
esfuerzo en guiar a sus hijos para que alcancen ese fin que Dios quiere.
¡Ay de
los padres que no se preocupen de las almas de sus hijos! Porque si todo
cristiano tiene que trabajar por la salvación de los hermanos, ¡cuánto más los
padres deben trabajar por la salvación de sus hijos!, deben consumirse en esta
actividad, dejar la vida en ello, pues los hijos son los prójimos más cercanos y
Jesús manda amar al prójimo.
Hoy
muchos padres se desentienden de sus hijos, y éstos crecen educados por otros,
por la nodriza, por la escuela o el colegio. Pero Dios pedirá cuenta a estos
padres desamorados, y juzgará a estos hijos con más misericordia, pues Él sabe
que debieron sufrir mucho y Dios no es injusto.
¿Queremos ser padres ejemplares? Enseñemos los Diez Mandamientos a nuestros
hijos apenas pueden entender, démosle amor y cuidados, enseñémosle a rezar,
recemos con ellos y en familia.
No echemos a Dios de nuestras casas. No les
demos todos los gustos, sino eduquémoslos en la virtud y en las pequeñas
renuncias. La misión de los padres es hacer de sus hijos unos santos para poblar
el Paraíso.
¡Ave
María purísima!
¡Sin
pecado concebida!
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