Jesús cuestiona a sus discípulos sobre su fe en Él, y les pide una respuesta personal. Y esto lo sigue esperando.
Lamentablemente para muchos cristianos Jesús prácticamente no es nadie… o cuando menos ellos así se comportan, como si Jesús no existiera. En el teatro y las películas lo tomamos como un superestrella, y muchos lo comparan con un personaje como Pancho Villa, Zapata o el Ché Guevara.
Pero él sigue esperando que tu digas lo que es para ti, personalmente: ¿un simple conocido? ¿alguien quien te hablaron en tu infancia, y del que no has vuelto a saber gran cosa? ¿Una mera costumbre dominical? ¿Una sucursal de la bolsa de trabajo, o del seguro social, cuando tenemos problemas? Él qué más quisiera que lo tomaras como tu amigo, el mejor de los amigos. Como alguien a quien vale la pena seguir, y comprometerse a fondo.
Cuando el papa Juan Pablo II llegó al pontificado, de lo primero que dijo fue: “No tengan miedo de abrir las puertas a Jesucristo. Vale la pena comprometerse con Él, vale la pena seguirlo por el camino de esta vida.” Y como todo lo que vale… cuesta.
Cuesta seguir a Jesús como él nos lo pide: “ El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y que me siga” Y cuesta, precisamente porque vale. ¿De que nos serviría ganar el mundo entero, si cuando llegue la muerte a nuestra vida vamos a quedar vacíos de toda obra buena, con las que se puede obtener la vida eterna? Ante ese juicio eterno que nos aguarda, ya no hay negociación posible… no podemos ya dar nada a cambio de nuestra vida.
Qué bueno que como Jeremías nos dejáramos seducir por el infinito amor de Dios, y que como nos pide San Pablo, nos ofreciéramos como una hostia viva y agradable a Dios, distinguiendo claramente lo que es la voluntad de Dios.
Que cuando venga el hijo del hombre, rodeado de la gloria de su Padre y en compañía de sus ángeles, podamos recibir como premio a nuestras obras la vida eterna.
Vale la pena tomar la cruz, y seguir a Jesucristo.
|
No hay comentarios.:
Publicar un comentario