jueves, 17 de octubre de 2013

La sonrisa de las azafatas


¿es una sonrisa la expresión de la verdadera alegría?
El Papa Francisco se encontraba en Asís, la ciudad del gran santo del que tomó su nombre, y allí habló de las sonrisas.
Durante el día tuvo varios encuentros con diversas personas, y me llamaron mucho la atención sus palabras a las monjas de clausura. Les habló de la alegría (algo de lo que el Papa habla mucho), y esto es lo que dijo a propósito de las sonrisas: "A mí me da tristeza cuando encuentro monjas que no son alegres. Quizás sonríen, pero con la sonrisa de una azafata, ¿no? Pero no con la sonrisa de la alegría, de esa que viene desde dentro".

Creo que donde pone "monjas" podríamos escribir la palabra "cristianos", podemos incluirnos cualquiera de nosotros. Este ejemplo del Papa es brillante, es genial. ¡No hay que confundir el sonreír por sonreír con una sonrisa de alegría verdadera, de la que Francisco explica que viene de dentro. Una azafata sonríe siempre, es parte de su trabajo de hacer cómodo el viaje al pasajero, es su obligación (¡y lejos de aquí querer criticar a las azafatas con este artículo! ¡Pobrecitas, no es eso!). 
Una sonrisa puede ser muy bonita, transmitir serenidad, confianza pero... detrás de ella puede haber malos pensamientos, rencores, odios, indiferencia, tristeza, soledad, vacío... Puede ser forzada y por obligación. Esa sonrisa no es de verdad, es de azafata. Y los cristianos no estamos para andar sonriendo todo el día de forma falsa (¡ya hay mucha gente que hace eso!), no se trata de pasarse las horas forzando contraer los músculos de la cara. Vale más la pena dedicarse menos a sonreír y más a buscar la verdadera alegría, la que da Jesucristo. Una pista: esa alegría hay que buscarla y pedirla, y brota del corazón que se siente amado, que tiene la certeza de que Dios siempre está con él y no se deja arrastrar por sentimientos subjetivos. ¡Y no sonreír a cada minuto no significa que no la tengas, querido lector!San Francisco de Asís sabe mucho de esta verdadera alegría, él la conoció. El Papa también. El mundo y sus campañas publicitarias de sonrisa permanente y felicidad material saben muy poquito de ella. No llegan ni a la sonrisa de azafata, y esa, amigo lector, es imposible mantener siempre (¡no lo intentes!).

¡Dios vive y está cerca! Nuestra verdadera alegría es otra, y de ahí brotan las sonrisas
verdaderas.

Patxi Bronchalo 

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