Ser amable facilita la alegría que
se manifiesta en mostrar satisfacción de vivir, amar y compartir tiempo
con las personas en una actitud que desdramatiza situaciones molestas y
ayuda a disfrutar en ambientes familiares y contagiar alegría a otras
personas
‘El poder oculto de la amabilidad’ es el título del libro escrito por Lawrence G. Lovasik, sacerdote misionero, cuya publicación póstuma en castellano (Rialp 2015)
ha tenido una buena acogida. En esta obra, Lovasik afirma que esta
cualidad se caracteriza por estar en el entramado de cualidades que
muestran finura interior en quien la vive con rectitud de intención y
produce un grato efecto si uno la recibe desde la gratuidad.
La amabilidad nace del amor, la comprensión, la empatía y la generosidad; para que sea virtud debe estar libre de segundas intenciones. Siguiendo algunas pautas que ofrece Wikipedia,
vemos que “consiste en sentirse aceptado y amado con sus propias
cualidades y defectos”. Ser amable facilita la alegría que se manifiesta
en mostrar satisfacción de vivir, amar y compartir tiempo con las
personas en una actitud que desdramatiza situaciones molestas y ayuda a
disfrutar en ambientes familiares y contagiar alegría a otras personas.
Es también una muestra de confianza, porque apuesta por creer en la
buena voluntad de los demás, incluso si se equivocan y en mantener la
confianza en que con esfuerzo e ilusión lograrán las metas acordadas.
Sigue el redactor de esta voz en
Wikipedia destacando su valor y concluye diciendo que “amabilidad es la
palabra dulce que anima, levanta, consuela y fortalece. […] es
afabilidad en la conducta, naturalidad en el obrar, paz en el semblante,
benevolencia en la mirada”. No es la actitud ingenua de quien
no percibe la malicia de algunos actos; es la actitud de quien no somete
por sistema a un juicio riguroso a las personas con las que convive.
En la contraportada de la edición de Rialp se afirma que exige “prestar
mayor atención a las cosas que se hacen y a cómo se hacen”. La
amabilidad vence la crítica amarga y vive la caridad en detalles
cotidianos que se manifiestan en la forma de corregir (si corresponde),
de ver la vida con buen humor y evitar tientes dramáticos en lo que no
tiene entidad. Esto exige evitar los juicios temerarios, las reacciones
de ira, sea en el coche, viendo un partido de fútbol o al corregir a un
hijo. El propósito de vivirla evitará pensamientos negativos a la vez
que procuramos ver el lado amable de las situaciones. Exige, y es
importante en la sociedad actual, tratar bien a las personas aunque se
discrepe en las ideas.
Quien opta por la amabilidad no renuncia
a formarse un juicio de lo que está bien o mal, es verdadero o cierto.
Decir lo que nos parece mal es legítimo, pero se puede hacer sin herir a
las personas. Quien posee esta cualidad es capaz de descubrir ese rasgo
amable que todos tenemos y que sólo ven quienes nos miran con afecto.
Dice Lovasik en el prólogo: “el mundo
necesita amabilidad: siendo amables seremos capaces de convertirlo en un
lugar más feliz en el que vivir”. Ojalá seamos más valientes en el
compromiso y más amables en el trato. La lectura reposada del libro es
una ayuda para interiorizar esa actitud. Padres y profesores podemos
ejercitarnos cada día en detalles como buscar que haya más risas que
gritos en la casa, buscar un estilo positivo que resulte más
estimulante, no gritar al corregir, pedir disculpas por la forma si es
oportuno, etc. Puede costar tiempo lograr algunas metas, pero vale la
pena.
José Manuel Mañú Noain es asesor de centros educativos, historiador y lector apasionado.
Fuente: lapasiondeeducar.com.
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