jueves, 15 de marzo de 2018

MILAGRO EUCARISTICO DE TURIN Italia (1452)

Turín es una ciudad industrial e intelectual. Fue la ciudad amada de San Juan Bosco, quien desarrollo aquí su inmenso apostolado y construyó la Iglesia de María Auxiliadora, y fundó el colegio para los niños. Ciudad donde numerosos milagros ocurrían por la intercesión de María, Auxilio de los Cristianos y de San Juan Bosco.

Turín es también muy conocida porque en ella se guarda el famoso Manto o Sudario de Nuestro Señor (diferente al milagro que trata este artículo). Este se encuentra en la Catedral de San Juan el Bautista, donde estuvo anteriormente, el Milagro Eucarístico. Fue en esta Iglesia donde el Obispo con gran multitud de personas, llevó por primera vez en procesión, el Milagro Eucarístico.


Situación histórica del milagro Eucarístico

En el año 1453, Mohammed II capturó Constantinopla, matando atrozmente cientos de miles de Cristianos. Su plan era continuar su ataque de terror por toda Europa. Lo lógico era que los Europeos se hubieran unido para parar ese ataque. Pero el poder del mal, las nubes oscuras, distrajeron el poder de los países Europeos, creando conflictos entre ellos. Italia fue un ejemplo de esto, lo cual reclamó la atención inmediata de Jesús.
        
Las hoy ciudades de Milán, Turín, Venecia y Florencia no eran ciudades en ese tiempo. Eran pequeños imperios y estaban constantemente en guerra unos con otros. Los diferentes duques que contemplaban a Milán, empezaron una guerra que duró cuatro años. Durante este conflicto, Mohammed II que había reunido fuerzas, atacó y conquistó Constantinopla y siguió hacia el noroeste. Los pobres italianos estaban tan envueltos en la guerra de Milán, que no le prestaron atención a esta situación con Mohammed.

Francesco Sforza, quien era una fuerza muy poderosa en Italia, fue proclamado Duque de Milán, y esto fue lo que comenzó la batalla. Su único aliado en Italia era Florencia, y ésto no era suficiente. Desesperado, reclutó ayuda de otros poderes extranjeros. El Duque de Anjou y Lorraine tenía su mirada en el reino de Nápoles y Sicilia. El consintió en ayudar a Francesco en Milán a cambio de Nápoles y Sicilia, después que terminara la batalla.
           
El ejército de Anjou y Lorraine marchó hacia Milán en defensa de Sforza. Tenía que pasar por Piedmonte, el cual estaba gobernado por uno de los enemigos de Milán. La actitud de su director, Ludwig, fue que si ellos eran amigos de sus enemigos, ellos también eran sus enemigos. Por tanto cuando el ejército se acercó a Piedmonte, tuvieron que entrar en batalla con las tropas de Piedmonte. En una batalla sangrienta, las tropas de Anjou se retiraron. Esto sucedió en las afueras de Exiles, donde ocurrió nuestro milagro.


Historia del Milagro

Cuando las tropas de Piedmonte cruzaron la ciudad de Exiles, y las tropas de Anjou se acercaron, todos los aldeanos y todos los que vivían en esa área, dejaron sus casas.

Los soldados de Piedmonte empezaron a saquear las casas e iglesias de la ciudad. Un soldado entró en la iglesia local en Exiles, forzó y abrió la puerta del tabernáculo para robarse la custodia. La tomó sabiendo lo que era. No le importó tampoco tomar la Hostia Consagrada que estaba ahí reservada. Esta custodia era usada para dar bendiciones. El soldado tiró la custodia en su saco, y lo puso sobre su burro.

Probablemente por la presencia del Señor el animal se sentía molesto de llevar el saco sobre la espalda y se caía continuamente. De cualquier manera, el soldado quería deshacerse de las cosas que había robado, y por esta razón vendió el saco y su contenido al primer mercader que cruzó su camino, por un precio muy barato. El mercader vendió el saco a otro mercader, quien se lo vendió a otro. Cuando el último mercader compró el saco, éste iba en camino a Turín.
  

                         
El mercader entró en la ciudad con el burro cargando el saco. Enfrente de la Iglesia de San Silvestre, como se llamaba en la época del milagro en la plaza, el burro tropezó y se cayó. Su dueño trató de levantarlo, pero el animal se negó a moverse. El dueño empezó a pegarle y se juntó una muchedumbre. A nadie le gustaba ver como maltrataba al burro. Entre más grande se hacía la muchedumbre, más frustrado se sentía el mercader y golpeaba al burro sin misericordia. El burro se movía de un lado a otro tratando de escapar los latigazos de su amo. El saco se resbaló de la espalda del burro y cayó en el suelo, y todo el contenido se esparció por la calle.
   
El Obispo Ludovico de Romagnano eleva un cáliz donde poco a poco desciende la Hostia / Imagen todmada de: Diocesi di Torino.
  Todos los ojos se fijaron en la custodia, especialmente en la Hostia que estaba dentro de ella. Resplandecía, haciéndose tan brillante que tenían que apartar los ojos del resplandor. La Custodia se elevó en el aire, hasta una altura de 10-12 pies, y ahí se detuvo permaneciendo suspendida en el aire. La muchedumbre manifestaba con suspiros su impresión ante la Señal Milagrosa. Desde la Iglesia de San Silvestre, el Padre Coccomo se dio cuenta de que algo pasaba al ver la muchedumbre, y fue a ver que era lo que les atraía. Cuando vio la custodia flotando en el aire, se dio cuenta de que ésta era una señal del Señor. Entonces, el sacerdote corrió para informarle al Obispo lo sucedido.

El Obispo inmediatamente formó una procesión de sacerdotes que fue desde la Catedral hasta la Plaza. Esta noticia se esparció rápidamente, y oficiales de la ciudad marcharon, a ver el milagro, en fila detrás de los sacerdotes. Cuando el obispo llegó al lugar, la custodia se abrió, y cayó al suelo, dejando a la Sagrada Hostia suspendida. Estaba rodeada por una aura deslumbradora.

El Obispo, acompañado de los sacerdotes, empezó a cantar un himno en latín. Las personas de la ciudad cantaron "Resta con noi", "Quédate con nosotros".

La Hostia comenzó a descender. El obispo sujetó un cáliz y la Hostia Milagrosa empezó a bajar, y lentamente se deslizó en el cáliz. Las personas de la ciudad se maravillaron de este hecho, y siguieron al Obispo en procesión hasta la Catedral. Inmediatamente se le avisó al Vaticano.

Este milagro sucedió el 6 de junio, de 1453. Ocho días antes de esto, Mohammed II conquistó Constantinopla, y ubicó su trono en la Catedral de Santa Sofía. Durante el mismo período, otro Milagro Eucarístico ocurrió en Langenwiese, un pueblo pequeño entre Polonia y Checoslovaquia. Poco después la guerra de Milán terminó.


Veneración y peregrinaciones
      
Inmediatamente comenzó la veneración del Milagro Eucarístico de Turín. Peregrinos de toda Italia y Europa se reunían en el Santuario. A la iglesia de San Silvestre se le llama la Basílica de Corpus Domini (Iglesia del Cuerpo y Sangre del Señor).

En 1455, la jerarquía de la Iglesia de Turín, acordaron hacer un tabernáculo para honrar y conservar el Milagro Eucarístico. La Hostia se guardó en el nuevo tabernáculo hasta que un nuevo relicario de mármol se erigió en el lugar donde cayó el burro en 1453.

La ciudad de Turín fue conmovida por este Milagro Eucarístico. Pusieron una señal donde ocurrió el milagro, y donde cayó el burro. Este lugar se convirtió en un lugar de peregrinación, tan visitado que los peregrinos no cabían en esa pequeña área. En el año 1521 un nuevo edificio fue construido para los devotos y peregrinos. El Oratorio fue construido en el lugar donde el burro cayo.

En 1525, se instituyó la Compañía del Cuerpo de Cristo para ser protectores del Milagro Eucarístico. Su símbolo era la Custodia y la Hostia suspendida sobre ella. Esta compañía estaba encargada de cuidar el Oratorio y el lugar donde cayó el burro.

En el año 1584, llegó de la Santa Sede la orden que el Milagro Eucarístico debía de ser consumido. La razón dada por el Vaticano fue para no obligar a Dios a mantener este Milagro Eucarístico sin corromperse por siempre.

La Hostia Sagrada, fue consumida por orden Papal en 1584, después de estar perfectamente conservada por 131 años. La Adoración y Devoción del Milagro Eucarístico continuó.

En 1598, una plaga amenazó a muchas personas, ésto fue durante otra sangrienta guerra entre los de Piedmonte y los Franceses. El Señor le estaba dando un mensaje a las personas, que fue recibido por el Concilio de Turín.

Ellos le hicieron una promesa al Señor, que si Él libraba a las personas de esa enfermedad mortal, se le construiría una iglesia completamente nueva en honor del Santísimo Sacramento de Turín. El Señor escucho las oraciones y la plaga terminó.

En 1607, se hicieron los cimientos de la nueva iglesia, la cual se terminó en 1671. A la derecha del altar principal, hay un área cerrada por unas barandillas que es el lugar donde cayó el burro. Hay una placa con una inscripción en Latín. San Juan Bosco la tradujo así :
 

    "Aquí, el 6 de junio, de 1453, cayó el burro que estaba cargando el Cuerpo del Señor.

Aquí la Sagrada Hostia, libre de sus ataduras, se elevó en el aire.

Aquí descendió suavemente a las manos suplicantes de los Turinenses.

Aquí, por lo tanto, recuerden el milagro, arrodíllense en el suelo, veneren y miren con temor un lugar sagrado".

En la pequeña Iglesia de Exille, donde ocurrió el robo ese día en 1453, el tabernáculo roto nunca fue arreglado. Ellos lo conservaron en su forma original en honor al acontecimiento milagroso.

Solemnes procesiones y celebraciones han tenido lugar en los diferentes Centenarios de la Fiesta. En 1853, San Juan Bosco escribió acerca de la fiesta y de las grandes preparaciones que se hacían. En estas fiestas asistieron la Reina Adelaida, esposa de Vittorio Emmanuele II, y de la Reina María Teresa, viuda de Carlos Alberto, quienes recibían Comunión en la Basílica. En 1953, la fecha de la celebración del Quinto Centenario, fue cambiada para septiembre, desde el 6 hasta el 13, para que coincidiera con el Congreso Eucarístico que se celebró ese año.

Se escribieron himnos especiales en honor del Milagro Eucarístico de Turín. Se cantan los días de las fiestas, y especialmente durante la celebración del Centenario.
Papas que han reconocido el Milagro de Turín: Pío II, Gregorio XVI, Clemente XIII, Benedicto XIV, San Pío X, Pío XI y Juan Pablo II.

http://www.corazones.org/lugares/italia/turin/milagro_euc.htm

La oracion, un anticipo del cielo


Esto no recuerda que en el libro Sed de Oración del P. Jacques-Philippe, nos da 7 argumentos por los que debemos orar, especialmente en Cuaresma.

1 – La oración coloca a Dios en el centro de nuestras vidas

Si no oramos, inevitablemente seremos egocéntricos.
Por el contrario, con la oración, tendremos la gracia de dar a Dios el lugar que le corresponde en nuestra vida: el centro.

2 – La oración nos enseña a amar libremente

Cuando experimentamos en la oración como dar a Dios nuestro tiempo sin esperar nada de él, comenzamos a desarrollar una actitud de amar libremente, que a su vez nos ayuda a amar a los demás.
La oración nos enseña a amar, ya que nos da el hábito de estar con Dios en un estado de atención amorosa.

3 – La oración es un anticipo del cielo

Si perseveramos en la oración se nos dará vislumbres de la paz y plenitud del paraíso.
El P. Philippe dice que mediante la oración aprendemos a hacer lo que nosotros fuimos creados.
Recuperamos el corazón y los ojos de un niño, al preguntarnos por la belleza más allá de toda belleza, y por el amor que supera todo amor.

4 – La oración nos da un conocimiento más profundo de Dios y de nosotros mismos

En la oración, vamos más allá de nuestras ideas de Dios, de las imágenes que tenemos de él y llegamos a una experiencia real de él.
La oración nos enseña que Dios nos ama a cada uno de forma única, y que tenemos la capacidad de amarlo de una manera que nadie más puede hacerlo.
Esto es un misterio que debe ser vivido en gratitud y humildad.

5 – La compasión por el prójimo nace de la oración

La oración genuina hace que nuestro amor a otros crezca.
Nos acerca a Dios, nos une a Él, y después comenzamos a compartir su infinito amor por sus criaturas.
La oración se agranda y se ablanda nuestro corazón.

6 – La oración es un camino hacia la libertad

El P. Philippe escribe que cuando oramos traemos nuestros deseos más profundos a Dios.
Encontrar la felicidad en la oración nos hará más libre en lo que se refiere a la ansiosa búsqueda de satisfacciones humanas, que es una tentación permanente.

7 – La oración unifica nuestras vidas

Con el tiempo, a medida que desarrollamos el hábito de llevar todo a Dios en la oración, nuestra vida encuentra un sentido de unidad.
Así como María guardó los acontecimientos de la vida de Jesús en su corazón, mantenemos los acontecimientos y las luchas de nuestras vidas en nuestra oración, donde Dios puede unificar nuestras emociones y pensamientos.

 P. Jacques-Philippe

lunes, 5 de marzo de 2018

Regresado a Casa. El hijo pródigo

Los reencuentros son una de las cosas mas hermosas que a un ser humano le pueden ocurrir aqui vemos el impacto en la vida de estos hijos, hijas, madres, padres al regreso de la persona amada despues de mucho tiempo. Aquí en estos segmentos de vido el regreso a casa y las emociones al reencuentro de estos soldados en Estados Unidos, estas emociones se traspasan, y llegan atraves del tiempo y la distancia, estas imagenes sensibilizan el espíritu, y retomamos la humanidad adormilada en nuestras vidas sigamos aprendiendo de estas enseñanzas y reencotremonos con nosotros ismos y con nuestas familias, A mi pequeña María Nazareth con mi amor y añoranza de todos los días... :´(
Asi actua Dios cuando nos alejamos e él y cuando regresamos a su regazo solo hay amor  no hay reclamos ni enojos solo amor, la mas bella metáfora que pude encontrar al respecto del Hijo pródigo. Sensibilízate en esta cuaresma querido hermano. Paz y Bien.

Fray Michael Perry, Ministro General OFM, bendice las vias de “la bestia"


En estos días el Ministro General de los Frailes Menores (OFM) está en Mexico para la reunion de con las Conferencias Bolivariana y Guadalupe.
El pasado miercoles, fray Michael, fue visitar a “Las Patronas”. El día 7 de febrero se realizó la bendición de las vías del tren para recordar a los migrantes que han fallecido trágicamente en su recorrido por ferrocarril rumbo a Estados Unidos.
Colocaron sobre los rieles banderas de los países de El Salvador, Honduras, Nicaragua y Guatemala; oraron por la paz y soltaron palomas y globos blancos como símbolo de hermandad.
Las Patronas son un grupo de mujeres voluntarias de la comunidad La Patrona, en la localidad de Guadalupe que desde 1995 dan alimentos y asistencia a migrantes en su paso por Veracruz; principalmente en las vías del tren conocido como La Bestia, donde lanzan víveres a los y las migrantes. Su trayectoria en la asistencia y defensa de derechos de las y los migrantes les ha merecido reconocimientos varios, tales como el Premio Nacional de Derechos Humanos 2013, y el Premio Nacional de Derechos Humanos “Sergio Méndez Arceo 2013”.
En la ceremonia participaron vecinos de localidades aledañas a “Las Patronas” y los frailes quienes se colocaron a orillas de las vías, rezaron y cantaron durante media hora y pidieron se termine la violencia en contra de los migrantes. “Pedimos por todos aquellos que se han quedado en el camino, víctimas de abusos y arbitrariedades, la sociedad ya no quiere más violencia todos somos parte de una sociedad, queremos paz y tranquilidad”, dijo fray Michael Perry, durante su intervención.

Al finalizar, en el albergue “Las Patronas” se instaló una placa en el lugar en el que se construirá una capilla donde rezarán los migrantes antes de seguir su camino.El encuentro culmino con un encuentro fraterno, donde el menú que repartieron a los invitados fue arroz, huevo con jamón, frijoles y tortillas.
http://www.pazybien.es/fray-michael-perry-ministro-general-ofm-bendice-las-vias-de-la-bestia/

Los franciscanos en Egipto luego de ISIS.


Fray Gabriel Bekhit, fraile franciscano de la ‘Sagrada Familia de Egipto’ recuerda con dolor los ataques del Estado Islámico en Suez (Egipto). Sin embargo, explica que en un momento de tanto dolor y sufrimiento,  renació la fe de sus 100 parroquianos y el diálogo con los musulmanes. “Doy gracias a Dios por el ataque. El Señor hizo fluir la bondad de esa mala acción “, detalla el párroco.

Sentado en un sillón en el seminario franciscano de El Cairo, el padre Gabriel Bekhit, fraile franciscano de la ‘Sagrada Familia de Egipto’ relata en primera persona las atrocidades que llevó a cabo el Estado Islámico en Suez (Egipto) en 2013.
Pero más allá del sufrimiento de los primeros días, los cristianos de esta población lograron no sólo incrementar su fe, sino el diálogo con los musulmanes. Y, es que, la fe mueve montañas.

“Me quité la túnica para evitar ser reconocido”

Estatua decapitada de San Antonio
El fraile lo cuenta así: “Fue el 14 de agosto de 2013. Un grupo de partidarios del presidente egipcio Mohamed Morsi atacó nuestra iglesia latina dedicada a la Inmaculada Concepción de Suez. Destruyeron e incendiaron los accesorios, las vestiduras litúrgicas y los textos sagrados. Decapitaron las estatuas de los santos. No satisfechos con la devastación, dieron rienda suelta a su violencia atacando nuestro convento y la escuela adyacente (…). Ese día yo estaba fuera de la ciudad, logré regresar a la iglesia y a la escuela al mediodía. Afuera había un tanque del ejército británico incendiado por los manifestantes. Yo quería llegar a la iglesia que estaba en llamas, pero no tuve éxito. Me quité el habito para evitar ser reconocido y, por lo tanto, atacado. Pero era demasiado peligroso ir a cualquier lugar cerca de la iglesia, y tuve que desistir”.

En los días siguientes el Estado Islámico siguió sembrando el terror entre los cristianos de Suez, una ciudad situada a 300 km de El Cairo, atacando escuelas, instituciones, hogares y todo tipo de tiendas. Una ola de violencia devastó la vida de cientos de inocentes, tal y como lo recoge el diario Agensir.

Reconstruyendo la fe

El interior de la parroquia, luego del ataque.
Tras lo sucedido, solo quedaba evaluar los daños y apoyar a las victimas.  En los meses que siguieron al ataque, el fray Gabriel señala que “durmió con varios feligreses en el convento sin ventanas ni puertas”. El trabajo de reconstrucción duró menos de un año, gracias a la ayuda del Ejército, aunque no todo fue reconstruido. Hoy, los restos de una estatua de San Antonio decapitada por extremistas islámicos, se erige como un icono del ataque. “Decidimos dejarlo como está, en recuerdo de esos trágicos eventos”, asegura este franciscano.
Y añade: “Morir para volver a la vida. A pesar de tal violencia atroz, sentimos que estábamos siendo sostenidos por una fuerza del cielo que nos permitía estar allí, ayudar a nuestra gente”.

Renacimiento del diálogo entre musulmanes y cristianos

Fray Gabriel Bekhit OFM
De hecho, lo que este pueblo experimentó es el renacimiento del diálogo con sus vecinos musulmanes. Así, en medio de las medidas de seguridad reforzadas por el Ejército y la Policía, continúa la vida de la comunidad eclesial de la parroquia latina de Suez. “Nuestras condiciones son mucho mejores hoy que hace unos años. La actitud hacia la población cristiana está cambiando, ya no es tan violenta como lo era en el pasado”, explica el padre Gabriel.
Pero, ¿qué pasa con la declaración de guerra del Estado Islámico a los cristianos? “No nos preocupa – afirma el fraile franciscano-. Continuamos dando testimonio de la bondad y el perdón, sirviendo a todos los necesitados y, sobre todo, ofreciendo educación en nuestro instituto. Escuela, entrenamiento, educación”.

Educar para la convivencia y el respeto

Lo que cuenta – recalca el padre Gabriel- es enseñar, educar para la convivencia y el respeto, y contrarrestar el lenguaje violento que se encuentra en diversas escuelas coránicas. Hay muchos fundamentalistas islámicos en Suez, muchos de los cuales envían a sus hijos a nuestra escuela con más de mil estudiantes, el 80% de los cuales son musulmanes”.

En este sentido, el fraile y sus feligreses continúan con sus vidas sin miedos, como hizo san Francisco cuando fue “al lugar donde estaba el lobo”. En este caso, es la sede de los salafistas que está ubicada en el lado opuesto de la iglesia. “Los salafistas nunca han aceptado la presencia de frailes en Suez. Por nuestra parte, tratamos de establecer relaciones amistosas y respetuosas con todos “, insiste el fraile franciscano.

Y después de un comienzo difícil, el diálogo comienza a dar los primeros frutos: “La atmósfera ha mejorado. Intercambiamos deseos para Ramadán y para nuestras fiestas cristianas. En las navidades del año pasado, los propietarios musulmanes de la zona ofrecieron bebidas y dulces a toda la parroquia”, concluye el padre Gabriel.

http://www.pazybien.es/los-franciscanos-egipto-luego-isis/?utm_source=newsletter&utm_medium=email&utm_campaign=los_franciscanos_en_egipto_luego_de_isis&utm_term=2018-03-05

viernes, 2 de marzo de 2018

¿Has pensado qué ayuno vas a ofrecerle al Señor esta Cuaresma?

En honor al Señor, puedes ofrecerle pequeños sacrificios durante los 40 días que dura la Cuaresma. A continuación, encontrarás algunas sugerencias de ayuno:
Ayunaré de juzgar a otros. Descubriré a Cristo que vive en ellos.
Ayunaré de palabras hirientes y diré frases sanadoras.
Ayunaré del egoísmo. Viviré en gratuidad.
Ayunaré de enojos. Procuraré vivir en paciencia.
Ayunaré de pesimismo. Me llenaré de esperanza.
Ayunaré de preocupaciones. Confiaré más en Dios.
Ayunaré de quejarme. Daré gracias a Dios por la maravilla de la vida.
Ayunaré de la angustia. Oraré con más frecuencia
Ayunaré de rencores. Practicaré el perdón.
Ayunaré de darme importancia a mí mismo. Seré compasivo con los demás.
Ayunaré de ansiedad sobre mis cosas. Me comprometeré en la propagación del Reino.
Ayunaré de desalientos. Me llenaré de entusiasmo de la fe.
Ayunaré de todo lo que me separe de Jesús. Intentaré vivir muy cerca de Él.
Ayunaré de hacer gastos superfluos. Daré dinero a los necesitados.
Ayunaré de perder el tiempo inútilmente. Ofreceré mi tiempo al que me lo pida.
Ayunaré de desprecios hacia los demás. Veré en toda persona a un hermano.
Ayunaré de excesos gastronómicos. Tendré hambre y sed de justicia.
Ayunaré, Señor, para tener hambre de Ti y, para que pensando sólo en Ti, un día pueda estar junto a Ti.

 http://webcatolicodejavier.org/ayunare.html

Mensaje del Papa francisco para esta Cuaresma 2018


«Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (Mt 24,12)
Queridos hermanos y hermanas:
Una vez más nos sale al encuentro la Pascua del Señor. Para prepararnos a recibirla, la Providencia de Dios nos ofrece cada año la Cuaresma, «signo sacramental de nuestra conversión»[1], que anuncia y realiza la posibilidad de volver al Señor con todo el corazón y con toda la vida.
Como todos los años, con este mensaje deseo ayudar a toda la Iglesia a vivir con gozo y con verdad este tiempo de gracia; y lo hago inspirándome en una expresión de Jesús en el Evangelio de Mateo: «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (24,12).
Esta frase se encuentra en el discurso que habla del fin de los tiempos y que está ambientado en Jerusalén, en el Monte de los Olivos, precisamente allí donde tendrá comienzo la pasión del Señor. Jesús, respondiendo a una pregunta de sus discípulos, anuncia una gran tribulación y describe la situación en la que podría encontrarse la comunidad de los fieles: frente a acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio.

Los falsos profetas

Escuchemos este pasaje y preguntémonos: ¿qué formas asumen los falsos profetas?

Son como «encantadores de serpientes», o sea, se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren. Cuántos hijos de Dios se dejan fascinar por las lisonjas de un placer momentáneo, al que se le confunde con la felicidad. Cuántos hombres y mujeres viven como encantados por la ilusión del dinero, que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos. Cuántos viven pensando que se bastan a sí mismos y caen presa de la soledad.
Otros falsos profetas son esos «charlatanes» que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser completamente inútiles: cuántos son los jóvenes a los que se les ofrece el falso remedio de la droga, de unas relaciones de «usar y tirar», de ganancias fáciles pero deshonestas. Cuántos se dejan cautivar por una vida completamente virtual, en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas pero que después resultan dramáticamente sin sentido. Estos estafadores no sólo ofrecen cosas sin valor sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar. Es el engaño de la vanidad, que nos lleva a pavonearnos… haciéndonos caer en el ridículo; y el ridículo no tiene vuelta atrás. No es una sorpresa: desde siempre el demonio, que es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44), presenta el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre. Cada uno de nosotros, por tanto, está llamado a discernir y a examinar en su corazón si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas. Tenemos que aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien. 

Un corazón frío 

Dante Alighieri, en su descripción del infierno, se imagina al diablo sentado en un trono de hielo; su morada es el hielo del amor extinguido. Preguntémonos entonces: ¿cómo se enfría en nosotros la caridad? ¿Cuáles son las señales que nos indican que el amor corre el riesgo de apagarse en nosotros?
Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, «raíz de todos los males» (1 Tm 6,10); a esta le sigue el rechazo de Dios y, por tanto, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación antes que sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos[3]. Todo esto se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras «certezas»: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas.
También la creación es un testigo silencioso de este enfriamiento de la caridad: la tierra está envenenada a causa de los desechos arrojados por negligencia e interés; los mares, también contaminados, tienen que recubrir por desgracia los restos de tantos náufragos de las migraciones forzadas; los cielos —que en el designio de Dios cantan su gloria— se ven surcados por máquinas que hacen llover instrumentos de muerte.
El amor se enfría también en nuestras comunidades: en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium traté de describir las señales más evidentes de esta falta de amor. estas son: la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero[4].

¿Qué podemos hacer?

Si vemos dentro de nosotros y a nuestro alrededor los signos que antes he descrito, la Iglesia, nuestra madre y maestra, además de la medicina a veces amarga de la verdad, nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno.
El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos[5], para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida.

El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. Cuánto desearía que la limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida. Al igual que, como cristianos, me gustaría que siguiésemos el ejemplo de los Apóstoles y viésemos en la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás un testimonio concreto de la comunión que vivimos en la Iglesia. A este propósito hago mía la exhortación de san Pablo, cuando invitaba a los corintios a participar en la colecta para la comunidad de Jerusalén: «Os conviene» (2 Co 8,10). Esto vale especialmente en Cuaresma, un tiempo en el que muchos organismos realizan colectas en favor de iglesias y poblaciones que pasan por dificultades. Y cuánto querría que también en nuestras relaciones cotidianas, ante cada hermano que nos pide ayuda, pensáramos que se trata de una llamada de la divina Providencia: cada limosna es una ocasión para participar en la Providencia de Dios hacia sus hijos; y si él hoy se sirve de mí para ayudar a un hermano, ¿no va a proveer también mañana a mis necesidades, él, que no se deja ganar por nadie en generosidad?[6]
El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre.
Querría que mi voz traspasara las fronteras de la Iglesia Católica, para que llegara a todos ustedes, hombres y mujeres de buena voluntad, dispuestos a escuchar a Dios. Si se sienten afligidos como nosotros, porque en el mundo se extiende la iniquidad, si les preocupa la frialdad que paraliza el corazón y las obras, si ven que se debilita el sentido de una misma humanidad, únanse a nosotros para invocar juntos a Dios, para ayunar juntos y entregar juntos lo que podamos como ayuda para nuestros hermanos.

El fuego de la Pascua

Invito especialmente a los miembros de la Iglesia a emprender con celo el camino de la Cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración. Si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo.

Una ocasión propicia será la iniciativa «24 horas para el Señor», que este año nos invita nuevamente a celebrar el Sacramento de la Reconciliación en un contexto de adoración eucarística. En el 2018 tendrá lugar el viernes 9 y el sábado 10 de marzo, inspirándose en las palabras del Salmo 130,4: «De ti procede el perdón». En cada diócesis, al menos una iglesia permanecerá abierta durante 24 horas seguidas, para permitir la oración de adoración y la confesión sacramental.
En la noche de Pascua reviviremos el sugestivo rito de encender el cirio pascual: la luz que proviene del «fuego nuevo» poco a poco disipará la oscuridad e iluminará la asamblea litúrgica. «Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu»[7], para que todos podamos vivir la misma experiencia de los discípulos de Emaús: después de escuchar la Palabra del Señor y de alimentarnos con el Pan eucarístico nuestro corazón volverá a arder de fe, esperanza y caridad.
Los bendigo de todo corazón y rezo por ustedes. No se olviden de rezar por mí. 

FRANCISCO.



jueves, 1 de marzo de 2018

Las cicatrices doradas

Has tenido pérdidas?, muertes de personas cercanas y familiares, has fallado en tu matrimonio?, te han despedido injustamente?, has  sido asaltado y robado?, calumniado?...Tu puedes dejar de ser una vasija rota y convertirte en una vasija restaurada con oro, el oro de la restauracion interna y externa  una restauracion que nunca te volerá a dejar igual que como un inicio... te hará una resatauracion mejor que en su estado original... aqui en esta pequeña historia vamos a aprender de una técnica milenaria llamada KINTSUGI originada en Japon está hoy en dia puesta a nuestra disposicion...este técnnica milenaria aplicada a todo ser humano de todas épocas y creencias... A nosotros cristianos catpolicos  el oro que nos restaura es el Amor de Dios, el amor de nuestros seres queridos, el amor hacia nosotros mismos que nos convierte en una mejor persona que en un comienzo.


Hay aconteceres de la vida que nos rompen el alma en cuatro pedazos, la muerte de un amigo, por ejemplo. Entonces, el alma se recompone lentamente, trozo a trozo, con la ayuda y el consuelo de la fe o con la resignación humana frente a lo inevitable, hasta llegar a parecer la
que era, pero sólo a parecerlo. El alma queda llena de arañazos irreparables e incluso cruzada por grietas y heridas que nada ni nadie pueden restañar. Pasado un tiempo, la vida sigue.
En otras ocasiones lo que se quebranta es la imagen idealizada que tenemos de algo o de alguien, como cuando viajas por vez primera a una ciudad de la que crees conocer cada calle y cada rincón gracias a la literatura o al cine y que, cuando la pisas realmente, descubres sin embargo que ni huele, ni suena, ni palpita como pensabas que lo haría. Mucha culpa de esto la tiene la publicidad, en estos tiempos en que, como decía el otro día José Varela Ortega, quien soporta con estoicismo gallego que lo estemos comparando permanentemente con su ilustre abuelo, José Ortega y Gasset, en estos tiempos en que progresamos de la imagen a la palabra y no de la palbra a la imagen como venía siendo lo natural. Ves un pastel en el escaparate de una confitería y, como cuando eras niño, te imaginas los sabores y aromas que posee, las diferentes tonalidades de dulces, desde el ligero dulzor del bizcocho hasta intenso azucarado de la glassé, la textura crujiente de la almendra o del coco picados, la untuosidad de la mantequilla o la liviandad de la gelatina, y todo ello para descubrir un minuto después, cuando te lo llevas a la boca, solo el dulce intenso, algo metálico y artificial de los edulcorantes industriales.
Ocurre igual con las personas, sobre todo con aquéllas de las que tienes una idea configurada por datos externos, como ocurre con una persona pública o famosa, de la admiras su simpatía y locuacidad para descubrir, el día que tienes la desgracia de conocerla, que es un ser taciturno y engreído, o un pobre infeliz con el que apenas puedes hilvanar dos frases en una conversación. O con aquella persona de la que tienes únicamente referencias muy superficiales, como ésa con la que te cruzas cada día sin cambiar apenas una mirada, y de la que, sin embargo, te has construido una historia llena de conjeturas. Y ocurre también con muchos a los que creías conocer bien que, llegado el momento de la adversidad o de la buena fortuna, o te abandonan como antes no lo hacían, o te persiguen como jamás lo hubieran hecho.
De lo que hablo es de la fragilidad de las cosas y, muy especialmente, de las personas, de su imagen rota y de los sueños quebrados, de cómo hacemos esfuerzos denodados para restituir la imagen a su estado anterior y de cómo fracasamos siempre en el intento.
Los japoneses tienen la creencia de que cuando alguna cosa ha sufrido un daño adquiere una historia personal y única que la hace más hermosa. Por eso, para reparar la cerámica fracturada aplican un técnica tradicional de restauración llamada Kintsugi o Kintsukuroi, que significa «carpintería o reparación de oro», para lo que agrandan la fractura y la rellenan con un barniz de resina espolvoreado o mezclado con polvo de oro, plata o platino. La pieza así restaurada no trata de replicar el aspecto intacto de la cerámica nueva ni de ocultar o disimular los daños, sino que los resalta ennoblecidos con el oro o la plata para transformarla otra vez, eso sí, en algo completo.
El Kintsugi celebra la dialéctica entre la totalidad y la fragmentación, descubre y realza la belleza de lo roto, de lo quebrado, pone de relieve la historia única y singular de ese vaso o de ese jarrón troceado que, sin embargo, renace a la vida como una pieza completa pero estéticamente transformada. Tan singular es la restauración, tan personales sus resultados, que las piezas así reintegradas son con frecuencia más valiosas que los ejemplares intactos.
El Kintsugi es también la fórmula magistral de la eterna juventud. Una vasija quebrada y recompuesta con lañas de alambre o con un mal adhesivo siempre será una vasija vieja, pero si sus viejas cicatrices la cruzan recubiertas de oro, la vasija ya no es vieja, sino joven, ya no es fea, sino que se ha transformado en una obra de arte. Y así ocurre con las personas. Las cicatrices forman parte de nosotros, frágiles piezas de cerámica, y a través de ellas se puede leer la vida de cada uno. Aquél que no deja que sus cicatrices se queden en viejos costurones sino que las transforma en en vetas de oro, ése permanece eternamente joven y eternamente bello.

La Vasija Agrietada

 Esta es la historia de un campesino que vivía de vender agua en el mercado. Tenía unas diez tinajas. Todos los días se ponía un palo sobre los hombros desde muy temprano. En cada extremo colgaba una tinaja y la llevaba hasta el pozo y luego hasta el centro del pueblo. Sin embargo, entre esos recipientes había una vasija agrietada.

Curiosamente, este hombre trabajador, siempre tomaba la vasija agrietada para hacer el primer viaje del día. La llevaba, junto con una vasija en perfecto estado, hasta el pozo en donde estaba el agua. Recogía pacientemente el líquido y luego lo transportaba por más de dos kilómetros.
Útil es todo lo que nos da felicidad”.
-Auguste Rodin-
Como es obvio, cuando llegaba al mercado, la vasija agrietada ya había perdido gran parte del agua que contenía. Así, el campesino solo podía cobrar la mitad de lo pactado por ella. En cambio la vasija buena iba rebosante y le permitía cobrar la cantidad completa.

La vergüenza de la vasija agrietada

Pronto las demás vasijas comenzaron a comentar entre sí la situación. No se explicaban por qué el hombre aún conservaba la vasija agrietada, ya que le hacía perder dinero todos los días. Tampoco entendían por qué siempre la llevaba la primera en su recorrido diario.
Por otro lado, la vasija agrietada comenzó a sentir vergüenza. Había acompañado al campesino durante los últimos diez años y le tenía gran aprecio. Se sentía mal al darse cuenta de que solo le servía de estorbo. Tampoco entendía por qué no la había tirado a la basura.
Recordaba los tiempos en los que ella era también una maravillosa vasija, muy útil a su dueño. No tenía un solo defecto. Era una de las más fuertes en ese diario trajinar. Sin embargo, un día el campesino había tropezado. Fue entonces cuando había quedado casi rota y parcialmente inservible. Hacía tiempo de eso y el hombre todavía no se deshacía de ella.

El camino del agua

El campesino solía hacer algo que a la vasija agrietada y a las demás les llamaba la atención. En ciertas épocas, durante su camino diario hacia el pozo con los recipientes vacíos, el hombre metía su mano entre el bolsillo y regaba algo en el camino. Ninguna sabía de qué se trataba.
De repente el campesino dejaba de llevar ese algo en los bolsillos y de arrojarlo a la vera del camino, por algún tiempo. Luego volvía a hacer lo mismo, pero por la orilla opuesta. A todas las vasijas les intrigaba, pero como era algo que no hacía todo el tiempo, pronto se olvidaban del asunto y se les pasaba la curiosidad.
Las conversaciones entre las vasijas nuevas atormentaban a la vasija agrietada. En realidad, lamentaba ser tan poco útil y causarle perjuicios a quien la había comprado y la había cuidado por tanto tiempo. Así que, sin pensarlo más, decidió hablar con el campesino para que la tirara.

Una hermosa moraleja

Una noche, cuando ya el campesino se disponía a descansar, la vasija agrietada lo llamó y le dijo que necesitaba hablar con él. El hombre se dispuso a escucharla, muy atento a lo que quería decirle. Ella, sin más preámbulos, le dijo lo que pensaba. Sabía que él la apreciaba, pero ella no estaba acostumbrada a ser una inútil. No quería que la conservara simplemente por compasión. Lo que debía hacer era tirarla a la basura y acabar con todo esto de una vez.
El campesino sonrió al escucharla. Le dijo que jamás había pensado en tirarla porque realmente le era muy útil. “¿Útil?”, preguntó ella. Cómo iba a ser útil, si solo le hacía perder dinero todos los días. El hombre le pidió que guardara calma. Al día siguiente le mostraría por qué la valoraba tanto. La vasija agrietada casi no pudo dormir.
Al día siguiente, el campesino le dijo: “Te pido que por favor observes todo lo que hay a lado y lado del camino hacia el pozo”. La vasija entonces se puso muy atenta. Miraba a ambos lados y solo conseguía ver un hermoso sendero lleno de flores en botón. Cuando llegaron al pozo, le dijo al campesino que no había visto nada que le diera una respuesta.
El hombre la miró con cariño y le dijo: “Desde que te agrietaste, pensé en la mejor manera de que siguieras siendo de provecho. Así que decidí esparcir semillas de vez en cuando por el camino. Gracias a ti he podido regarlas todos los días. Y gracias a ti cuando todo florece puedo tomar algunas plantas y venderlas en el mercado por un precio superior al del agua”. La vasija agrietada entendió entonces cuál era su bonita misión.

Aprender a navegar por el ridiculo nos hace más felices

Hacer el ridículo es uno de los grandes temores de quienes se toman muy a pecho su propio ego. Por supuesto que no cometer errores o no mostrar debilidades, especialmente en determinados momentos críticos, puede ayudarnos. Pero si eso no sucede, incluso en esos momentos a los que nos referimos, tampoco es el fin del mundo.
El sentimiento de ridículo se experimenta como algo más que una simple vergüenza. Por lo general, un error, equivocación o fallo se asocian a la desaprobación. Sin embargo, en el caso del ridículo lo que se “escucha de fondo” es la risa y es precisamente esa burla la que incrementa el efecto de vergüenza. Así, estamos ante un escenario que también puede generar desconcierto o tensión.
En el fondo, lo que hace que algo sea ridículo es su desproporción o inadecuación. De ahí que las situaciones formales sean un campo abonado para que se dé. Estas usualmente imponen protocolos más o menos rígidos, por lo que salirse del canon es relativamente fácil. Pese a esto, el ridículo es tan democrático que se puede hacer en cualquier parte. Nadie escapa a él y todos alguna vez hemos probado su sabor.

El payaso y el ridículo

El payaso es precisamente ese personaje que hace del ridículo su material de comedia. Los payasos representan todo aquello que puede considerarse ridículo. Su vestimenta es exagerada, bizarra. Sus enormes zapatos, sus narices rojas y el maquillaje del rostro les dan una apariencia de absurdo. Emplean prendas que simulan un corte elegante, como el de un traje, plagado de colores y elementos muy llamativos.
Buena parte de la rutina de los payasos consiste en tropezar y caer. Lo que causa hilaridad entre el público es que siempre son víctimas de su propia distracción. Están pendientes de otra cosa y de repente algo se interpone en su camino, para luego caer al suelo. Y caen de manera aparatosa, nunca de manera discreta.
Una buena función de payasos está llena de malentendidos. Se comen un pedazo de cartón pensando que era una torta. O le dan un beso a algo horrible, creyendo juntar los labios con una mujer preciosa. O emprenden la misión equivocada porque interpretaron de otra manera las instrucciones. El mundo de los payasos es el mundo del ridículo, pero también el de las risas inocentes.

Reírse de uno mismo

En realidad, solo se hace el ridículo, en sentido estricto, cuando quien comete la equivocación o cae en el error se lo toma demasiado en serio. Si alguien, por ejemplo, no sabe bailar, pero pretende aparentar que sí, puede verse muy ridículo y desatar risas. En cambio, si acepta que no sabe bailar y se divierte con sus propias limitaciones, resulta simpático.
¿En qué radica la diferencia entre una y otra situación? Esto se reduce solo a una palabra: autoestima. Alguien con una autoestima fortalecida siempre es capaz de reírse de sí mismo, porque se acepta. Esto incluye tolerar sus propios errores o equivocaciones. En cambio, cuando lo que hay es inseguridad y falta de confianza en lo que somos, el caer en un ridículo puede ser una herida emocional fuerte.
El verdadero error está en creer que uno solo es digno de aprecio cuando acierta o atina. Cuando no comete errores. Cuando no hace o dice algo inapropiado. En ese caso no hay verdadero aprecio por uno mismo, sino más bien una autovaloración simulada.

Navegar en el ridículo

Todos tenemos facetas o comportamientos torpes o poco adaptados. Es natural. Es suficiente con una distracción o con un pequeño malentendido para que caigamos en ese error o equivocación en términos sociales. Frente a esto, solo hay un antídoto: ser genuinos y, por lo tanto, humildes.

No podemos pretender hacer lo correcto en todas las circunstancias. Lo que sí podemos hacer es trabajar para sentirnos orgullosos de lo que somos, para perfilar un retrato en el que se aprecie una persona íntegra. Esto es, con defectos, virtudes, errores y aciertos. Eso nos permitirá eliminar ese deseo de ocultarnos, de disimular o de permitirnos mostrar solo las facetas que anticipamos que más le van a gustar a los demás.
Podemos llegar a familiarizarnos con el ridículo. Adoptando gestos o posturas absurdas frente al espejo o saliendo a la calle sin arreglarnos demasiado. Poniéndonos algo original que llame la atención o genere sorpresa. Si lo hacemos, nos daremos cuenta de que seguiremos siendo los mismos e incluso estaremos en disposición de acompañar las risas de aquellos a los que les causemos gracia.
Lo más importante es que, cuando nos permitimos hacer el ridículo de vez en cuando, sin que eso nos afecte, también descubrimos que así podemos vivir más relajados y más felices. Nada alimenta tanto al sentimiento de plenitud como el ser espontáneos. Nada nos hace tan seguros como liberarnos de lo que anticipamos que pensaran los demás.




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