domingo, 13 de mayo de 2018

EL HABITO FRANCISCANO ..:::Origenes:::..

Al ser lo primero que salta a la vista de quien se acerca a los franciscanos, el tema del hábito suscita curiosidad y extrañeza a la vez, pues su forma y color varía según las distintas familias franciscanas. Hay que aclarar, en primer lugar, que ninguna de las actuales órdenes o congregaciones franciscanas, ni por forma ni por color, viste el hábito de San Francisco, que era en forma de cruz y de lana gris. El paño, en efecto, no era teñido, sino tejido con lana blanca y negra natural entremezclada que le daba un color ceniciento. 

Hay quien afirma que el Santo de Asís y sus compañeros al principio no vestían de forma diferente a los pobres y campesinos de su tiempo, pero eso no es lo que se deduce de sus escritos y biografías. Es cierto que el modo de vestir de los frailes Menores (túnica larga, capucho, cuerda y calzones) era más pobre que el de cualquier religioso de aquel tiempo, mas no por eso dejaba de ser una divisa religiosa que los diferenciaba de los seglares.

Las dos Reglas de San Francisco y los biógrafos del Santo hablan de la humildad y vileza del hábito de los Hermanos Menores, sin ofrecer detalles en cuanto al color o la forma de la túnica y del capucho, pues lo más importante para Francisco y a sus compañeros era la modestia y la pobreza. La segunda Regla impone a los frailes no juzgar ni despreciar “a los que visten ropas suaves y de colores”, por lo que deducimos que el color debía de ser natural. Gracias a los biógrafos y a las túnicas que se conservan de San Francisco sabemos que éstas tenían forma de cruz o de tau, como expresión de que el Hermano Menor debe crucificar en sí mismo las pasiones de este mundo. 

En cuanto al color, sólo en el Espejo de Perfección leemos que el Santo prefería a la alondra entre todas las aves, porque “tiene un capucho como los religiosos y es un pájaro humilde… Su ropaje, o sea las plumas, tiene el color de la tierra, y ella da ejemplo a los religiosos de que no hay que tener ropa delicada o de colores, sino modesta en el precio y el color, igual que la tierra, que es el elemento más vulgar”. Pero la tierra, como todos sabemos, tiene infinidad de tonalidades. Tomás de Celano, en el Tratado de los Milagros, habla de un “paño ceniciento” como el de los cistercienses de Tierra Santa, que Jacoba de Settesoli le trajo de Roma a Francisco moribundo. La única referencia al color del hábito del Santo la encontramos en la Crónica de Roger de Wendover (muerto en 1236) y de Mateo Paris, donde se dice que “los frailes que se llaman menores… caminaban descalzos, con cinturón de cuerda, túnicas grises, largas hasta los tobillos y remendadas, con un capucho basto y áspero”. 

En un documento del año 1233, el rey de Inglaterra ordenaba al vizconde de Londres la adquisición de una cierta cantidad de paños, la mitad de “blaunchet” o blanco para los Dominicos, y la mitad de “griseng” o gris para los Menores. En 1259, el vizconde de Cerwich compraba también ciertos paños de “russet” para las tunicas de los frailes Menores de Reading. El “russet” era el “rusetus pannus” de color rojizo, resultado de la mezcla natural de lana blanca y parda. Las Constituciones de Narbona del 1260 establecían que “las túnicas exteriores no sean ni del todo negras, ni del todo blancas”, lo cual dejaba un amplio margen de tonalidades de grises. En los frescos de Giotto de la Basílica superior de Asís podemos ver, en una misma escena, hábitos grisáceos y rosados, pero siempre en tonos claros. Las Constituciones Farinerias del 1354 sólo imponen que los superiores no permitan el uso de paños con “motas de diferentes colores, ni demasiado cercanos al blanco ni al negro”. 

La variedad de tonalidades del hábito primitivo se debía, aparte de aq la diversidad natural del color de la lana, al hecho de que el paño para las túnicas no se confeccionaban expresamente para los frailes, sino que éstos los recibían como limosna por los benefactores. Eran ellos, por tanto, quienes elegían el color y la calidad del paño, aunque siempre bajo el control del superior, según las Decretales de Juan XXII (1317) y Benedicto XII (1336).

Mayor rigidez en el color se observa a partir de la división de la Orden, ocurrida en 1517, sobre todo por el valor simbólico del gris, que recuerda la ceniza y el polvo de que estamos hechos, y la penitencia. El gris fue el color oficial para todos los franciscanos hasta mediados del siglo XVIII. Tanto es así que, debido a las dificultades para conseguir tal paño en cantidad suficiente, hubo un momento en que las Constituciones de los Observantes y de los Capuchinos ordenaron que cada provincia fabricase sus propios paños para conseguir la máxima uniformidad. El capítulo general del 1694 de la Regular Observancia, por ejemplo, ordenaba que “se fabriquen paños del todo semejantes en el color y calidad, en la trama y en el grosor, tejidos con lana blanca y negra mezclada en tal proporción que resulte, a juicio de los expertos, un paño ceniciento como lo vemos en los hábitos y capas de N. P. S. Francisco, S. Bernardino de Siena y S. Juan de Capistrano, los cuales, aunque se conserven en provincias y países distintos, son de un mismo color ceniza, más o menos claro”. 

En los Menores Conventuales se nota una cierta tendencia al negro ya en la segunda mitad del siglo XVIII, aunque sus Constituciones Urbanas, en la edición del 1803 imponían el hábito gris ceniza. Esta prescripción desapareció en la edición de 1823, en parte porque con la Supresión napoleónica, habiéndose extinguido las corporaciones religiosas, sus miembros se vieron obligados a asumir el hábito talar negro del clero secular. Restaurada la Orden, los frailes prefirieron continuar con el color negro, aunque hoy el gris se está recuperando de nuevo, de manera que ya lo visten casi todos los conventuales de Asia, África y América, así como los de Australia y algunas provincias europeas.

Los Frailes Menores Observantes pasaron del color ceniza al marrón hace poco más de un siglo, en la segunda mitad del siglo XIX. Se empezó en Francia y se impuso para toda la Orden en el capítulo de Asís del 1895, cuando León XIII reunificó en una sola a las distintas familias reformadas: observantes, alcantarinos, recoletos y reformados (“El color artificial de las vestiduras exteriores se parezca al color de la lana natural negruzca cn tendencia al rojo, color que en italiano se llama marrone, y en francés marron”).

Los Menores Capuchinos siguieron de algún modo la evolución de los Observantes, aunque, para evitar cualquier diferencia local, en 1912 se estableció que el color del hábito tenía que ser castaño, el mismo que el de los observantes, aunque algo más amarillento (“colorem debere esse castaneum, italice castagno, gallice marron, anglice chestnut, germanice kastanienbraun, hyspanice castaño”). 

El más parecido en la forma al de San Francisco es el hábito de los Capuchinos, por su capucho alargado y cosido al cuello de la túnica. El hábito de los Observantes se distingue por ser más ajustado y por el capucho suelto que cae sobre los hombros en forma de esclavina corta por delante y a los lados, y alargada por detrás, hasta la cintura. El hábito de los Conventuales es parecido al de los Observantes, pero el capucho es más pequeño y la esclavina más baja, hasta casi tocar los codos. El hábito de los Terciarios Regulares o frailes del TOR era hasta hace pocos años de igual forma y color que el de los Conventuales, pero ahora han vuelto al color tradicional gris, con esclavina baja y puntiaguda por detrás y por delante.

Más recientemente han surgido algunas congregaciones franciscanas con hábitos diferentes, pero muy semejantes a los ya citados, con túnica y capucho gris o marrón. Pero también los hay tirando a celeste, como el de los Franciscanos de la Inmaculada, e incluso de color verde. No obstante, a pesar de las diferencias de forma y color, el distintivo común de todos los franciscanos y franciscanas, que los hace diferentes de cualquier otra Orden o Congregación de la Iglesia, es el uso exclusivo del cordón de lana blanca, que Francisco eligió para ceñirse la cintura, para cumplir fielmente el mandato de Cristo, que envió a sus apóstoles por el mundo “nada para el camino”, ni siquiera el cinturón (cf. Mateo 10). 

En cuanto al calzado, San Francisco caminó siempre descalzo, de acuerdo con el mandato de Jesús a los apóstoles: “no llevéis sandalias…” 

Sólo en los dos últimos años de su vida, para ocultar las vendas ensangrentadas por los estigmas de los pies, tuvo que llevar zapatos de piel o de paño, como se pueden ver en las reliquias de Asís. La Regla sólo dice que los frailes pueden usar calzado en caso de necesidad. Las sandalias, sin embargo, se impusieron pronto, como puede verse en las pinturas de Giotto, donde todos los frailes, excepto Francisco, las llevan del mismo modelo. Más tarde, los reformados que vivían en las ermitas empezaron a usar unas sandalias con suelas altas de madera llamadas zuecos o “zoccoli”, de ahí que en Italia los Observantes fuesen también conocidos por mucho tiempo como frailes “zoccolanti”.
Autor: Fr. Tomás Gálvez | Fuente: fratefrancesco.org 

sábado, 12 de mayo de 2018

La formula del ëxito.


6.- Vivencia de la piedad mariana


Las biografías destacan con acentos particulares la predilección de Francisco por los lugares marianos, por las iglesias puestas bajo la protección de la Virgen. Tres de estas iglesitas las restauró personalmente. La más significativa e importante para la vida futura de Francisco y de su orden fue la ermita de Santa María de los Angeles, cerca de Asís, llamada Porciúncula. El santo no se cansaba de contárselo a sus hermanos: «Solía decir que por revelación de Dios sabía que la Virgen santísima amaba con especial amor aquella iglesia entre todas las construidas en su honor a lo ancho del mundo, y por eso el santo la amaba más que a todas» (2 Cel 19). Este relato resalta inequívocamente que Francisco se afanaba con infantil sencillez en amar todo lo que sabía que María amaba. Y este amor era particularmente premiado precisamente en la Porciúncula (36). Por eso, lleno de confianza llevó a sus doce primeros hermanos a esta iglesita, «con el fin de que allí donde, por los méritos de la madre de Dios, había tenido su origen la orden de los menores, recibiera también -con su auxilio- un renovado incremento» (37). Y aquí fijó su primera residencia, por su entrañable amor a la Madre bendita del Salvador (38). Y cuando se sintió morir, se hizo conducir allá, para morir «donde por mediación de la Virgen madre de Dios había concebido el espíritu de perfección y de gracia» (Lm 7,3).
Por así decirlo, quiso pasar toda su vida en la casa de María, para encontrarse siempre cerca de su solicitud maternal. Y lo deseó también para sus seguidores. Por eso, ya moribundo, recomendó de modo especialísimo a sus hermanos este lugar santo: «Mirad, hijos míos, que nunca abandonéis este lugar. Si os expulsan por un lado, volved a entrar por el otro» (1 Cel 106; cf. LM 2,8).
Sintiéndose muy íntimamente vinculado a la Madre de Dios y tan profundamente obligado con ella a lo largo de su vida, se mostraba particularmente agradecido: «Le tributaba peculiarmente alabanzas, le multiplicaba oraciones, le ofrecía afectos, tantos y tales como no puede expresar lengua humana» (2 Cel 198). Como lo demuestran las rúbricas para el Oficio de la pasión, diariamente rezaba especiales «salmos a santa María» (OfP introducción), muy probablemente el así llamado Officium parvum beatae Mariae Virginis, compuesto ya en el siglo XII y que con frecuencia se rezaba juntamente con las horas canónicas. Enseñaba a sus hermanos a decir también el Ave María, en la forma breve de la edad media, cuando rezaban el Pater noster. Debían meditar particularmente las alegrías de María, «para que Cristo les concediese un día las alegrías eternas» (39).
Parece que entre todas las fiestas de la Virgen, Francisco tenía predilección por la de la Asunción. Acostumbraba prepararse a ella con un ayuno especial de cuarenta días (40). Puede que se deba a él el que los hermanos de la penitencia (los terciarios) estuvieran dispensados de la abstinencia este día, como ocurría en las fiestas más grandes, si coincidía con alguno de los días que según la regla fueran de abstinencia. En esta fiesta debía prevalecer la alegría por el honor concedido a María.
Poseído por la más completa confianza en la Virgen, Francisco realizó obras maravillosas. Así, cierto día cogió unas migas de pan, las amasó con un poco de aceite tomado de la lámpara que «ardía junto al altar de la Virgen» y se lo mandó a un enfermo, que «por la fuerza de Cristo» curó perfectamente (LM 4,8). Se apareció también a una señora, aquejada por los dolores de un parto dificilísimo, y le dijo que rezara la «Salve, Regina misericordiae». Mientras la rezaba, dio felizmente a luz un niño (3 Cel 106). Aunque estos relatos pudieran ser dejados de lado por legendarios, demuestran cuando menos hasta qué punto los contemporáneos de Francisco apreciaban su confianza en María y con qué delicadeza la han asociado a su imagen.
La piedad mariana de Francisco, acuñada en muchos detalles por la corriente de la tradición cristiana, pero nacida especialmente de la espiritualidad de este gran santo, fue recogida vitalmente por su orden, y transmitida a través de los siglos. Si un examen más amplio y una reflexión más profunda han aportado algunas novedades y han introducido algunas diferencias, con todo permanecen como columnas firmes aquellas verdades que Francisco transmitió con tanta convicción a los hermanos menores: María es la madre de Jesús, y, como tal, es el instrumento escogido por la Trinidad para su obra de salvación; María es la «Señora pobre», y, como tal, la protectora de la orden. Su culto en la historia es la actualización de una corta y admirable oración compuesta por Tomás de Celano: «¡Ea, abogada de los pobres!, cumple en nosotros tu misión de tutora hasta el día señalado por el Padre» (2 Cel 198).

http://www.franciscanos.org/virgen/kesser.html

viernes, 11 de mayo de 2018

2500 franciscanos de la OFS y Jufra visitan al Padre Pío

Este fue el lema de la reunión que contó con la presencia de 2500 franciscanos en San Giovanni RotondoUna fiesta que involucró a toda la familia franciscana de las dos regiones: Puglia y Molise. La OFS (Orden Franciscana Seglar), la Jufra (Juventud Franciscana), y los Heraldos  han vivido en la ciudad del Gargano un momento de celebración dedicada a los 40 años de la promulgación de la Regla de la OFS, a los 70 años de la fundación de la JUFRA y al aniversario 25 de la muerte del Siervo de Dios, Don Tonino Bello, a quien tiene como patrón la Fraternidad Regional de la OFS de Puglia. Una sola vocación, un solo color: rojo. Muchos suéteres rojos colorearon el complejo religioso de San Pío, dando a los peregrinos la calidez del amor franciscano.
La reunión comenzó a las 9.30 en el Santuario de Santa Maria delle Grazie con la “Oración Inicial” dirigida por Fr. Vincenzo Giannelli, Ministro Provincial de los Frailes Conventuales que inmediatamente señaló que “es muy agradable pensar que estamos aquí como discípulos del Señor y nos reunimos para vivir dos dimensiones que son parte fundamental de nuestra vocación: estar con el Señor y ser testigos en el mundo“.
Mirando el Crucifijo de San Damián, llevado en procesión por varios representantes de la familia franciscana, el ministro recordó que “San Francisco de Asís entiende que la cruz es el lugar que sintetiza la vida como un regalo.
Fray Vincenzo llamó la atención a toda la familia franciscana con una invitación: “nuestro ser franciscanos no es para nosotros mismos, no es para sentirnos bien entre nosotros, no es reunirnos una vez a la semana y luego nos quedamos tranquilos… ser franciscano es vivir la experiencia del Evangelio en el mundo “. Los franciscanos estamos “llamados a leer los signos de los tiempos presentes”, con una actitud suave, humilde y misericordiosa: “debemos ser franciscanos proactivos“.
El evento concluyó con una misa al aire libre.
Un encuentro que forma parte de las celebraciones dedicadas al año jubilar del centenario de la estigmatización y el quincuagésimo aniversario de la muerte del padre Pío de Pietrelcina.
http://www.pazybien.es/2500-franciscanos-de-la-ofs-y-jufra-visitan-al-padre-pio/

Todo es posible, solo te falta creer...


5.- María, protectora de la Orden Franciscana.


Las reflexiones precedentes han demostrado que en toda su vida interior y exterior Francisco se sentía particularmente ligado a la Madre de Dios. El santo expresó esta vinculación en la forma propia del tiempo y según le nacía de su personalidad.
San Buenaventura cuenta que en los primeros años después de su conversión, Francisco vivía a gusto en la Porciúncula, la iglesita de la Virgen Madre de Dios, y le pedía en sus fervorosas oraciones que fuera para él una «abogada» llena de misericordia (LM 3,1). Poniendo en ella toda su confianza, «la constituyó abogada suya y de todos sus hermanos» (LM 9,3). Tomás de Celano refiere lo mismo al hablar de los últimos años del santo: «Pero lo que más alegra es que la constituyó abogada de la orden y puso bajo sus alas, para que los nutriese y protegiese hasta el fin, los hijos que estaba a punto de abandonar» (2 Cel 198).
En el lenguaje medieval la palabra «advocata» tenía el sentido de protectora. El protector representaba en el tribunal secular al monasterio a él confiado. Debía protegerlo y, en caso de necesidad, defenderlo de las violencias y usurpaciones exteriores. Sin embargo, con el tiempo hubo abusos e inconvenientes. Por eso los Cistercienses renunciaron sistemáticamente, no siempre con fortuna, a dichos protectores. Y eligieron a la Virgen como protectora de su orden. Es verdad que este título, aplicado a María (31), aparecía en la antífona que comienza «Salve, Regina misericordiae» (32) y que es anterior a este hecho. No obstante, parece que tiene su importancia recordar que los Cistercienses en su capítulo general de 1218 determinaron cantar diariamente esta antífona. San Francisco la conocía y la tenía en alta estima, como nos demuestra el relato de Celano al que todavía hemos de referirnos (3 Cel 106).
Para Francisco y para los hermanos menores, que habían renunciado a toda propiedad terrena, este término podía tener desde luego sólo una significación espiritual. María debía representar a los hermanos menores ante el Señor; debía cuidar de los mismos y protegerlos en todas las circunstancias difíciles y problemas de su vida (33). Debía intervenir en su favor, cuando ellos no pudieran valerse. Francisco se dirige a la «gloriosa madre y beatísima Virgen María» para pedirle que junto con todos los ángeles y santos le ayuden a él y a todos los hermanos menores a dar gracias al sumo Dios verdadero, eterno y vivo, como a Él le agrada (1 R 23,6), por el beneficio de la redención y salvación; que ella, en la cumbre de toda la Iglesia triunfante, presente en lugar nuestro este agradecimiento a la eterna Trinidad. Después que a Dios, trino y único Señor, y antes que a todos los santos confiesa él «a la bienaventurada María, perpetua virgen» todos sus pecados, particularmente las faltas cometidas contra la vida según el evangelio tal como lo exige la regla, y en lo referente a la alabanza de Dios por no haber dicho el oficio, según manda la regla, por negligencia, o por enfermedad, o por ser ignorante e indocto (34). Por estas faltas contra Dios, lleno de confianza se dirige a su «abogada», para que interceda ella en su favor.

Esta petición aparece también en la Paráfrasis del Padrenuestro, que, aunque con seguridad no es obra de san Francisco, sin embargo la ha rezado el santo muy a placer y con mucha frecuencia: «Y perdónanos nuestras deudas: por tu inefable misericordia, por la virtud de la pasión de tu amado Hijo y, por los méritos e intercesión de la beatísima Virgen y de todos tus elegidos» (ParPN 7). Suplica insistentemente a ella, la criatura elegida y colmada de gracia con preferencia a toda otra, que interceda en su favor ante el «santísimo Hijo amado, Señor y maestro» (OfP Ant 2). La única vez que Francisco alude a Cristo como a «Señor y maestro» en el Oficio de la pasión, que recitaba a diario (OfP introducción), es en la antífona de dicho oficio; ciertamente la razón es que, en la oración que hace mediante este oficio, no busca él sino la imitación de Cristo, cuya fiel realización pide por intercesión de María, ya que la identificación que se dio entre María y Cristo era para Francisco la meta última de su vida evangélica.
Estos pensamientos tomados de los escritos del santo coinciden en cuanto al contenido con lo que en rimas artísticas cantó el poeta de Francisco, Enrique de Avranches, pocos decenios después de la muerte del santo. Cuando los hermanos piden a Francisco que les enseñe a orar, él les responde: «Al estar todos envueltos en pecados, no puede vuestra oración elevarse al cielo por méritos vuestros. Tendrá ella que apoyarse en el patrocinio de los santos. Ante todo sea la bienaventurada Virgen la mediadora ante Cristo, y sea Cristo el mediador ante el Padre» (35). Sin duda ha quedado aquí formulado lo que Francisco intentó expresar en aquel lenguaje rudo que era con frecuencia el suyo.
Este segundo aspecto de la piedad práctica de Francisco revela también que en toda su piedad hay una ordenación verdadera y viva: María, la «abogada», es para él la que maternalmente conduce a Cristo, el Dios-hombre, y Cristo es para él el mediador único en todas las cosas ante el Padre. ¿Puede haber una fórmula más exacta y precisa: María «mediatrix ad Christum» y Cristo «mediator ad Patrem»?

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jueves, 10 de mayo de 2018

4.- Expresiones concretas de la piedad mariana de San Francisco


Las formas prácticas de la piedad mariana de san Francisco se inspiran en lo que de concreto conocemos de la vida histórica de María. También en esto deja de lado todo lo abstracto y genérico. Su piedad se inflama y aviva en la contemplación de los hechos históricos de la vida de María unida a la de Cristo y del puesto concreto que ella ocupa en los planes salvíficos de Dios.
1.-- María, la «Señora pobre»

Francisco no se limita a contemplar las relaciones íntimas de la vida cristiana con la vida de María; quiere asemejársele también en la vida externa. Por eso destaca en primer lugar su maternidad divina, y, como consecuencia de ella, subraya fuertemente otro título de gloria de María: es para él «la Señora pobre» (23).

Tampoco este título tiene para él un valor independiente; la pobreza de María es una concretización de la pobreza de Cristo. Y señal de que ella, como madre, ha compartido el destino de su Hijo y ha participado plenamente en él (24).

En la Carta a los fieles, después de describir el misterio de la encarnación (cf. 2CtaF 4), inmediatamente prosigue el Santo: «Y, siendo Él sobremanera rico, quiso, junto con la bienaventurada Virgen, su Madre, escoger en el mundo la pobreza» (25). Este texto revela en Francisco una plena conciencia de la función redentora de la pobreza, como aparece en este versículo de san Pablo que cita tan a menudo: «Conocéis la obra de gracia de nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza» (26).

María y los discípulos participan de esta pobreza redentora de Cristo; también Francisco quiere compartirla, como la deberán compartir todos los que quieran seguirle. Cuando, en consecuencia, exige de sus hermanos una vida en pobreza mendicante, les pone delante el ejemplo de Cristo, que «vivió de limosna tanto Él como la Virgen bienaventurada y sus discípulos» (1 R 9,5). Y en la Última voluntad a santa Clara y sus hermanas reafirma expresamente: «Yo el hermano Francisco, pequeñuelo, quiero seguir la vida y la pobreza de nuestro altísimo Señor Jesucristo y de su santísima Madre y perseverar en ella hasta el fin»; y las hermanas deben atenerse a ella a pesar de todas las dificultades (UltVol). Por eso, llamaba a la pobreza reina de las virtudes, «pues con tal prestancia había resplandecido en el Rey de los reyes y en la Reina, su madre» (27).

Siempre le impresionaba profundamente la pobreza compartida por María con Cristo en su vida terrena, y lo estimulaba a una participación total en la misma: «Frecuentemente evocaba -no sin lágrimas- la pobreza de Cristo Jesús y de su madre» (LM 7,1). En navidad no podía menos de llorar recordando a la Virgen pobre, que en aquel día sufrió las más amargas privaciones: «Sucedió una vez que, al sentarse a la mesa para comer, un hermano recuerda la pobreza de la bienaventurada Virgen y hace consideraciones sobre la falta de todo lo necesario en Cristo, su Hijo. Se levanta al momento de la mesa, no cesan los sollozos doloridos, y, bañado en lágrimas, termina de comer sentado sobre la desnuda tierra» (2 Cel 200).

Tampoco aquí se trataba simplemente de sentimientos de compasión, sino de crudeza y de realismo en una responsabilidad cristiana que afloraba en él cuando consideraba tales sufrimientos. La pobreza de Cristo y de su madre no eran para él sólo hechos históricos dignos de compasión; eran realidad presente en la Iglesia. En una interacción mutua, la realidad presente sirve para evocar la pobreza de Cristo y de su madre, y ésta a su vez evoca al pobre de nuestros días. «El alma de Francisco desfallecía a la vista de los pobres; y a los que no podía echar una mano, les mostraba el afecto. Toda indigencia, toda penuria que veía, lo arrebataba hacia Cristo, centrándolo plenamente en Él. En todos los pobres veía al Hijo de la Señora pobre llevando desnudo en el corazón a quien ella llevaba desnudo en los brazos» (28). A los ojos de Francisco, el pobre tiene la misión de reflejar la pobreza de Cristo y de su madre. Cuando alguno de sus hermanos era descortés con algún pobre, le castigaba severamente y después le amonestaba: «Hermano, cuando ves a un pobre, ves un espejo del Señor y de su madre pobre» (29). Así, pues, cuando la contemplación de la vida pobre de Cristo y de su madre nos estimula al amor, ese amor debe volcarse en los pobres que son «los hijos de la Señora pobre».


Francisco ve en María a la enamorada de la vida evangélica de pobreza. Según él la Virgen estima más una vida en pobreza que cualquier otro culto exterior que se le rinda: «El hermano Pedro Cattani, vicario del santo, venía observando que eran muchísimos los hermanos que llegaban a Santa María de la Porciúncula y que no bastaban las limosnas para atenderlos en lo indispensable. Un día le dijo a san Francisco: "Hermano, no sé qué hacer cuando no alcanzo a atender como conviene a los muchos hermanos que se concentran aquí de todas partes en tanto número. Te pido que tengas a bien que se reserven algunas cosas de los novicios que entran como recurso para poder distribuirlas en ocasiones semejantes". "Lejos de nosotros esa piedad, carísimo hermano -respondió el santo-, que, por favorecer a los hombres, actuemos impíamente contra la regla". "Y ¿qué hacer?", replicó el vicario. "Si no puedes atender de otro modo a los que vienen -le respondió-, quita los atavíos y las variadas galas a la Virgen. Créeme: la Virgen verá más a gusto observado el evangelio de su Hijo y despojado su altar, que adornado su altar y despreciado su Hijo. El Señor enviará quien restituya a la Madre lo que ella nos ha prestado"» (30).

Estas palabras, que revelan una profunda confianza, muestran también con claridad meridiana la seriedad con que Francisco tomaba la imitación de la pobreza de María y la importancia que la pobreza tenía para él en el conjunto de la vida según el evangelio.

Se ha de reconocer también que la piedad mariana de san Francisco no era un elemento extraño y aislado en su vida. Ella estaba fundida en una sólida unidad con el ideal de imitación exterior e interior de la vida de Cristo, a través sobre todo de su amor a la altísima pobreza.

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Profesión: Mamá

El trabajo en el hogar es, sin duda alguna, el trabajo con mayor dimensión social que existe.
Aún desarrollándose entre cuatro paredes, tiene una repercusión importantísima en la buena salud de la sociedad.
Cuando una madre funciona bien, funciona bien la familia y, a su vez, funciona bien toda la colectividad.
Mis logros personales no pueden competir con los de un alto ejecutivo, ni salen en televisión, ni cotizan en la bolsa. Sin embargo, yo no lo cambio por nada.
Mis satisfacciones son mucho mayores, y en mis manos está el mejor negocio de mi vida pues me siento como la empresaria más importante del planeta.
Me animo a escribir estas sencillas reflexiones pensando, en especial, en aquellas mujeres, trabajadoras como yo, cuyo sueldo es el apoyo y la ayuda de sus maridos y la sonrisa de sus hijos.
Pertenezco a una empresa familiar ubicada en un edificio ocupado, en su mayoría, por negocios similares al mío.
Como toda buena compañía que se precie, goza de unas instalaciones dignas, sencillas, soleadas y, sobretodo, muy acogedoras.
Así, estamos convencidos, se trabaja más, mejor y se está a gusto. La sala de juntas, por ejemplo, es amplia, luminosa, sin ningún elemento decorativo ostentoso (porque ni nos da para ello ni es nuestro estilo) y hace las veces de biblioteca, sala de reuniones, estudio con audiovisuales, aula de descanso..., lo que haga falta.
Sin embargo, es en el que podríamos llamar laboratorio, donde paso la mayor parte del tiempo.
Es aquí donde intento transformar las materias primas que recibo de mis proveedores en exquisitos productos elaborados; donde se lavan los trapos sucios de la empresa, se alisan las arrugas de la convivencia, y un montón de cosas más.
La mesa de mi despacho está entre la nevera y el microondas. El hilo musical que suena de fondo es el del lavaplatos (por cierto, Dios mío, gracias por poder tenerlo porque ¡el trabajo que ahorra!). El sillón de cuero lo sustituí por una banqueta de cocina, bastante cómoda también.
En ocasiones, me traslado momentáneamente al despacho de otro trabajador para poder usar el ordenador. Es una habitación compartida con un futbolín, un corralito y su habitante eventual (al que tengo que atender a cada frase), libros, enseres de descanso, un armario que antes creía muy amplio, cachibaches por doquier, etc.
Y pues, como si de cualquier otro ministro se tratara, me resulta bastante difícil hacer algo sin interrupción, puesto que, esté donde esté, en mi lugar de trabajo entran cada dos por tres mis secretarios particulares de 1, 3, 6, 8 y 10 años, solicitando mi atención para resolver cualquier tipo de problema socio-laboral o simplemente de subsistencia.
Es muy gratificante pensar que eres necesario para los demás. En lo que respecta a mis secretarios, hablaría de ellos horas y horas, como lo haría una madre de sus pequeñuelos.
Digo bien cuando los llamo secretarios porque están bien enseñados (nuestros esfuerzos nos cuesta) y colaboran en el bien de la empresa, ¡todos!
Por supuesto que cada uno ha de ocuparse de que sus pertenencias y material de trabajo esté recogido. Pero, aparte, cada uno tiene un pequeño encargo pensado un poco en el servicio a los demás.
Por ejemplo, José Ramón limpia los zapatos, los suyos y los de sus hermanos; Fran riega las plantas, a veces, cuando ya están un poco desmayadas y piden el agua a gritos; Covadonga repone el papel higiénico en los baños, importantísimo; Macarena se encarga de sacar la basura a la escalera, y ¡por Dios! que nadie se la saque porque sino tenemos follón; por último, Ignacio, que como todavía no sabe caminar (aunque eso no es excusa pues con el andador llega a todos los sitios, lo tenemos comprobado), de momento sólo recoge sus juguetes en el cesto.
Esto, escrito así, se ve muy bonito, pero dada la corta edad laboral de la mayoría del personal, para su buen funcionamiento, requiere una ardua tarea de inspección y seguimiento.
Y como la voluntad tarda más en desarrollarse que la inteligencia hay que repetir las cosas infinidad de veces. Aquí, la paciencia juega un papel fundamental. La paciencia y la gracia del sacramento del matrimonio que en ocasiones creo haberla visto materialmente. ¡Como para desperdiciarla!
Por otro lado, estos empleadillos, son muy dados a pedir enseguida recompensa. Es, entonces, cuando se reúnen los sindicatos con la patronal para llegar a un acuerdo. Por mi parte, quedan desterradas las pagas por recompensar un servicio o una ayuda que, a fin de cuentas, no tiene precio.
La colaboración entre los trabajadores no se puede expresar con dinero, y además, somos de la opinión de que cuanto menos tengan de eso, mejor. Sí suelo ser generosa en besos y achuchones (no creo que sea acoso sexual en el trabajo) y también muy efusiva en halagos y felicitaciones. Procuro que el premio lo vean ellos mismos con la satisfacción del trabajo bien hecho, ¡y cómo cuesta convencerles a veces!
Y con todo esto, que quizás a algunos le parezcan paparruchas ... ¡no me siento maruja! Es más, me horroriza la expresión. Y protesto enérgicamente contra aquellos que piensan que las amas de casa, madres de familia, nos dedicamos a esto porque no dimos para más y ahí estamos, sufriendo en silencio, como si de almorranas se tratara.
Tengo estudios universitarios y he ejercido mi profesión antes de casarme. Ahora no tengo un sueldo (bien que lo siento) pero mi trabajo, de horario más amplio y de mayores alegrías, es una especie de conglomerado de varios ministerios.
Ejerzo de ministra de educación y ciencia al hacer los deberes con mis hijos, o al asistir a las reuniones del colegio, del brazo de mi marido, en las que tanto aprendemos y tan bien lo pasamos. O cuando, simplemente, les enseño a actuar de tal o tal manera porque honradamente es lo más correcto; al hacer las cosas con orden, cumplir un horario, o una promesa...
Como ministra de sanidad, poco a poco me fui soltando: no llego a recetar pero sí me ahorro alguna que otra visita al pediatra, porque de todo se aprende.
En cuanto al ministerio de agricultura, pesca y alimentación lo voy manejando mejor, aunque me costó lo mío. No es que cultive nada, pero cuando te casas sin saber cocinar ...
Sobre la cartera de asuntos sociales, sólo señalar que el hecho de que se vea pasear por la calle a una familia de más de cuatro miembros, es ya una buena aportación a la sociedad.
Dado el número de empleados que tenemos, es el ministerio de economía el que nos trae más de cabeza. Es por ello que hicimos de una frase que repetía mi padre un lema familiar: "soldado que se guarda, vale para segunda vez" y la herencia ha venido a formar parte de nuestras vidas. Sólo hay que cuidar las cosas un poquito.
Todo esto se lleva a cabo con una estrecha colaboración entre marido y mujer, por supuesto.
He de reconocer que la cartera de deportes se la lleva él. Como también quisiera señalar que hay otro aspecto que ejerzo en solitario, al igual que cantidad de mujeres en mi misma situación. Yo lo llamaría el ministerio de imagen y buen aspecto: hemos de ser verdaderas expertas en combinación de colores y prendas.
Tengo, en ocasiones, la tentación de hacer un esquema y pegarlo por dentro del armario: tal pantalón va con tal jersey: si pones este jersey, con tal y tal camisa o color de calcetín, ... Es posible que algún marido se sienta un tanto ofendido, pero hasta nuestra redacción no nos han llegado noticias de ninguno que tenga esta capacidad.
Para terminar, si se me admite un consejo, animaría a todas mis colegas a defender su profesión con la cabeza bien alta. A prepararse de alguna manera para mejorarla, tanto en la cocina como en la educación de los hijos y en muchas cosas más.
Y a no sentir ningún complejo de inferioridad ante esas "supermujeres" que nos vende la televisión, de maletín, peluquería y alta costura, porque en valía personal, como mínimo, estamos a la misma altura.
Web católico de Javier

¡¡¡FELICIDADES MAMÁ!!! ..::Pensamientos::..


Una madre no es alguien en quien apoyarse, sino alguien que hace innecesaria la inclinación. Dorothy Canfield Fisher
Contemplando el mundo se puede dudar de una mujer; pero no es posible dudar de una madre. Lacordaire
Todo lo que soy y espero ser, se lo debo a la angelical solicitud de mi madre. Abraham Lincoln
El corazón de una madre es el único capital del sentimiento que nunca quiebra, y con el cual se puede contar siempre y en todo tiempo con toda seguridad. Montegazza
Una madre perdona siempre; ha venido al mundo para esto. Alejandro Dumas
Para el hombre que tuvo una buena madre, son sagradas todas las mujeres. J. P. Richter
Madres, en vuestras manos tenéis la salvación del mundo. León Tolstoi

Amor de madre, ni la nieve lo hace enfriar.
La fuerza de una madre es más grande que las leyes de la naturaleza. Barbara Kingsolver.
Cada día soy un poco más parecido a mi madre. Y no podría estar más orgulloso.
La vida no viene con un manual, viene con una madre.
Me di cuenta de que cuando miras a tu madre, estas mirando al amor más puro que conocerás jamás. Mitch Albom
Muchas maravillas hay en el universo; pero la obra maestra de la creación es el corazón de una madre. Bersot
Crecer no significa nada para una madre. Un niño es un niño. Se hacen más grandes, más viejos, pero para ellas siguen siendo sus niños. Toni Morrison
Una madre es alguien a quien pides ayuda cuando te metes en problemas. Emily Dickinson
Las madres valoran nuestra existencia más que nuestros logros.
La naturaleza ha preparado mejor a las mujeres para ser madres y esposas, que a los hombres para ser padres y maridos. Los hombres tienen que improvisar. T. Reik
Eres la evidencia de la fortaleza de tu madre, especialmente si a pesar de ser un rebelde sin remedio tu mamá siempre ha mantenido su cordura. Criss Jami

Mi madre adoraba a los niños. Hubiera dado cualquier cosa porque yo lo fuera. Groucho Marx
Cuando quieras sentir amor, piensa en tu madre y tu corazón se llenará de él.
No es mi deber como madre darte lo que pides, sino mostrarte qué es lo que necesitas y ayudarte a conseguir esas cosas por ti mismo.
De todos los regalos que la vida tiene que dar, una buena madre es el más grande de todos.
Deja de buscar alguien que te quiera para siempre y no te abandone. Ya la tienes; es tu madre.
Los brazos de una madre están hechos de ternura y los niños duermen profundamente en ellos. Víctor Hugo
Me gusta cuando mi madre me hace reír. Y me gusta más cuando yo la hago reír a ella. Adriana Trigiani
El amor incondicional no es un mito: lo puedes observar todos los días en las madres.
El único amor que realmente creo en el amor de una madre por sus hijos. Karl Lagerfeld
Ser una madre a tiempo completo es uno de los trabajos mejor pagados, ya que el salario es puro amor. Mildred B. Vermont
Cuando eres una madre, nunca estas sola en tus pensamientos. Una madre siempre piensa dos veces, una por sí misma y otra por su niño. Sophia Loren
Mi madre me sonrió. Su sonrisa me abrazó. RJ Palacio

Independientemente de que seas famoso o no, nunca tendrás un fan más grande que tu madre. Linda Poindexter
Jamás en la vida encontraréis ternura mejor, más profunda, más desinteresada ni verdadera que la de vuestra madre. Honoré de Balzac
Me di cuenta cuando miraba a su madre, buscaba el amor más puro que nunca existirá. Mitch Albom
El amor de una madre es el combustible que permite a un humano normal hacer lo imposible. Marion C. Garretty
El corazón de una madre es un abismo profundo en cuyo fondo siempre encontrarás perdón. Honoré de Balzac
El momento en que nace un niño, es el momento en que nace una madre. Nunca existió antes. La mujer existió, pero la madre nunca. Rajneesh
Me preguntaba si mi sonrisa era tan grande como la de ella. Tal vez es igual de grande. Pero no tan hermosa. Louisa May Alcott
Mi madre tenía una gran cantidad de problemas conmigo, pero creo que lo disfrutó. Mark Twain
La maternidad tiene un efecto humanista increíble, todo se reduce a lo más esencial.  Meryl Streep
Las madres son las únicas que van a decirte toda la verdad, sin adornos. Margaret Dilloway
La maternidad es la cosa más grande, y también la más difícil.
Una vez que eres una madre, siempre serás madre. Es como ir en bicicleta, nunca se olvida. Taraji P. Henson
Una madre es alguien que puede hacer el trabajo de todos, pero cuyo trabajo nadie puede hacer.
Las madres no sólo nos guían a la práctica, nos guían a la grandeza.  Steve Rushin
Mi madre piensa que soy el mejor. Y me criaron para creer siempre lo que me dice mi madre. Diego Maradona
Un hombre ama a su novia con las mayores de las fuerzas, a su esposa de la mejor manera; pero a su madre es a quien ama por más tiempo.  Proverbio Irlandés
Mi padre tenía limitaciones. Eso es lo que mi madre siempre nos decía. Tenía limitaciones, pero sin mala intención. Fue amable de su parte decirlo, y lo hizo hacer daño. Gillian Flynn
Cuando una mujer se da cuenta que su madre tenía razón, es porque tiene una hija que piensa que está equivocada.


Detrás de todas las historias está siempre la historia de una madre. Debido a que es en su historia donde empieza la tuya. Mitch Albom

Me pregunto, ¿de qué sirve tener una casa tan lujosa, si no hay madre allí?. Spencer W. Kimball
Dios sabe que una madre necesita fortaleza, coraje, tolerancia, flexibilidad, paciencia, firmeza y casi todos los demás aspectos sobresalientes del alma humana para estar siempre allí. Phyllis McGinley
A lo largo de mi vida, mi madre ha sido la persona a quien siempre he admirado. Mike Krzyzewski
No tengo miedo a morir porque ya he estado en el cielo, es ese lugar cálido donde descansar mi cabeza; el hombro de mi madre.
Tu sonrisa me hace sonreír. Tu risa es contagiosa. Tu corazón es puro y verdadero. Por encima de todo me encanta que seas mi madre.
Madre, tu amor es verdaderamente ciego, porque me empezaste a amar antes de ver cómo era.
Cuando te digo que te quiero, no lo digo que por costumbre o por mantener una conversación. Lo digo para recordarte que eres es la mejor cosa que me ha pasado.
Sabes que eres una mamá cuando vas a la tienda para comprarte algo y sales con bolsas llenas de cosas para tus hijos.
No siempre te va a gustar lo que eres, pero yo siempre te amaré. Siempre serás mi hijo. Amor de madre
Yo te sostendré cuando no puedas estar de pie, voy a enjuagar tus lágrimas cuando llores… siempre seré tu madre.
Una madre que irradia el amor propio y la auto-aceptación de la realidad, vacuna a su hija contra la baja autoestima. Naomi Wolf
Mi madre era la mujer más hermosa que jamás haya visto. Todo lo que le debo a mi madre. Atribuyo todo mi éxito en la vida a la educación moral, intelectual y física que recibí de ella. George Washington
Cuando eres madre, nunca estás sola en tus pensamientos. Una madre siempre tiene que pensar dos veces, una vez para ella y una vez para su hijo. Sophia Loren
Describir a mi madre sería escribir sobre un huracán en su poder perfecto. O los colores que suben, que caen de un arco iris. Maya Angelou
El amor de una madre es algo que nadie puede explicar, está hecho de una profunda devoción y de sacrificio y dolor, es infinito y desinteresado y perdurable, pase lo que pase, porque nada puede destruirlo o quitarle ese amor. Helen Steiner Rice
Una madre es la mejor amiga que tenemos… Washington Irving
El amor de una madre por su hijo es como ninguna otra cosa en el mundo. No conoce la ley, no tiene lástima, desafía todas las cosas y aplasta sin piedad todo lo que se interpone en su camino. Agatha Christie
El amor de la madre es paz. No necesita ser adquirido, no necesita ser merecido. Erich Fromm
En general, las madres y las amas de casa son las únicos trabajadoras que no tienen tiempo libre. Ellaos son la gran clase sin vacaciones. Anne Morrow Lindbergh
El amor de una madre es más grande que todos los demás, incluso cuando todo el mundo te rechaza, tu madre te acepta con los brazos abiertos. Amit Ray
Dios no podría estar en todas partes, y por eso hizo a las madres. Rudyard Kipling
En el momento en que nace un niño, la madre también nace. Ella nunca existió antes. La mujer existió, pero la madre, nunca. Una madre es algo absolutamente nuevo. Rajneesh
Si la evolución realmente funciona, ¿cómo es que las madres solo tienen dos manos? Milton Berle
Cada madre es como Moisés. Ella no entra a la tierra prometida. Ella prepara un mundo que nunca verá. Papa Pablo VI
Una madre es la mejor amiga que tenemos, cuando las duras y repentinas pruebas caen sobre nosotros; cuando la adversidad se cierne sobre la prosperidad; cuando los amigos nos abandonan; cuando los problemas se multiplican a nuestro alrededor, ella seguirá a nuestro lado, y se esforzará con sus amables consejos para disipar las nubes de la oscuridad y hacer que la paz regrese a nuestros corazones. Washington Irving
Ningún lenguaje puede expresar el poder, la belleza y el heroísmo del amor de una madre. Edwin Hubbel Chapin

¿Qué es una mamá sino la luz del sol de nuestros días y la estrella del norte de nuestras noches? Robert Breault
Las madres y sus hijos pertenecen a una categoría propia. No hay un vínculo tan fuerte en todo el mundo. No hay amor tan instantáneo e indulgente. Gail Tsukiyama
No hay nada en el mundo del arte como las canciones que mi madre me solía cantar. Billy Sunday
Siempre estuve en paz por la forma en que mi madre me trató. Martina Hingis
Madre es el nombre de Dios en los labios y el corazón de los niños pequeños. William Makepeace Thackeray
A veces, la fuerza de la maternidad es mayor que todas las leyes naturales. Barbara Kingsolver
Si tienes una madre, no hay ningún lugar al que puedas ir donde una oración no haya sido ya. Robert Breault
Donde amamos está el hogar, el hogar, de donde nuestros pies pueden irse, pero no nuestros corazones. Oliver Wendell
Mi madre tuvo muchos problemas conmigo, pero creo que lo disfrutó. Mark Twain
Tengo que crecer con una madre que me enseñó a creer en mí. Antonio Villaraigosa
Cuando era niño, el menú de mi familia consistía en dos opciones: tómalo o déjalo. Buddy Hackett
Mi madre tenía un cuerpo esbelto y pequeño, pero un corazón grande, un corazón tan grande que las alegrías de todos encontraban bienvenido y un alojamiento hospitalario. Mark Twain
Una madre es la que puede tomar el lugar de todos los demás, pero cuyo lugar nadie más puede tomar. Gaspard Mermillod
De todos los derechos de las mujeres, la mejor es ser madre. Lin Yutang
Nuestras madres siempre son las personas más extrañas y más locas que hemos conocido. Marguerite Duras
Solo las madres pueden pensar en el futuro, porque lo dan a luz a través de sus hijos. Maxim Gorky
La felicidad de una madre es como un faro, iluminando el futuro pero reflejado también en el pasado bajo la apariencia de buenos recuerdos. Honore de Balzac
La locura es hereditaria; la obtienes de tus hijos. Sam Levenson
Una onza de madre vale una libra de clérigos. Rudyard Kipling
La biología es lo que menos hace que alguien sea una madre. Oprah Winfrey
La vida comenzó al despertar y amar la cara de mi madre. George Eliot